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Intervención del presidente de la Junta en la firma del Acuerdo con el Sistema Universitario Público por Andalucía

19/06/2013
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Hoy es un día importante para la comunidad universitaria y también para toda la sociedad andaluza. Con este son ya ocho los acuerdos que hemos firmado dentro del gran Pacto por Andalucía que estamos impulsando, con el que buscamos movilizar a toda la sociedad para implicarla en la definición del modelo social y económico que queremos para Andalucía. Porque el progreso no puede prescindir del conocimiento ni de la igualdad de oportunidades. Porque sin igualdad no hay progreso posible y cuando los poderes públicos destinan recursos al conocimiento es cuando realmente hay progreso.

Quiero expresar mi agradecimiento a todas las personas que lo han hecho posible y, especialmente, a los rectores, que representan la voluntad común de seguir trabajando por nuestra universidad.

A todos los que estamos hoy aquí nos une el convencimiento de que la universidad constituye una de las claves del futuro cultural, social y económico de Andalucía.

Con esta iniciativa queremos contribuir a recuperar la confianza en la política como la mejor herramienta para transformar la realidad. Solo mediante el diálogo y el acuerdo entre todos seremos capaces de definir un marco general de convivencia en el que todos nos encontremos cómodos y por el que todos queremos luchar.

La educación pública es la base de la cohesión social, y también el motor de una sociedad más competitiva. El gasto en educación es la mejor inversión para el futuro. Vivimos un momento muy difícil en el que retroceder en educación significaría comprometer muchas de las conquistas logradas en los últimos años.

Y la universidad es la gran casa de la educación, es la depositaria de una tarea fundamental como es impulsar un pensamiento crítico, la cultura humanística y el conocimiento científico, que conforman la base del progreso en una sociedad avanzada.

Durante las tres últimas décadas, en Andalucía hemos dedicado grandes esfuerzos a fortalecer la educación superior y a construir un sistema basado en la estrecha vinculación entre ciencia, universidad y empresa.

En estos años la universidad pública andaluza ha dado un importante salto cuantitativo y cualitativo. Hemos duplicado el número de universidades y hemos triplicado el de alumnos. Contamos, además, con casi cinco veces más docentes.

La universidad es un servicio público esencial en la transformación de un país, de Andalucía. Debilitarlo se traduce en menor crecimiento, menos desarrollo y menos igualdad. Es importante ponerlo de relieve siempre, y más en estos momentos, cuando la exigencia de austeridad en las cuentas públicas puede poner en riesgo servicios y derechos básicos alcanzados durante décadas de democracia.

Hablamos de un factor estratégico para mejorar la productividad, la competencia de nuestros factores productivos, del capital humano y, por tanto, la competitividad de nuestra economía, una garantía de equidad. Por todo ello, la universidad tiene que ser y va a ser, sin duda, uno de los ejes de la recuperación económica.

Hoy no podemos plantearnos un modelo de desarrollo que no esté basado en el conocimiento. Es inviable pensar que solo con el desplome de los costes individuales laborales y sociales se puede uno instalar en el futuro. Un conocimiento que es formación del capital humano, investigación, innovación, trabajo en red e internacionalización. Y es la universidad, como verdadera columna vertebral de nuestro sistema de conocimiento, la institución que da respuesta a estas necesidades, la que ofrece todos los elementos necesarios para el crecimiento de una economía como la que acabo de describir.

En los últimos años nuestro país ha avanzado en materia científica como resultado de la apuesta decidida por la investigación y el conocimiento.

Por eso, sería un grave error vincular esta inversión en I+D únicamente a la coyuntura. Más aún cuando otros países de nuestro entorno, afectados también por la crisis, están manteniendo el esfuerzo inversor en investigación como una política estratégica. Y no me parece mal que el Gobierno haya pedido no computar el apoyo al empleo en el objetivo de déficit, pero creo que esa regla de oro se debería usar también para la investigación, que es la política que más rendimiento de futuro ofrece.

Competir hoy y poder seguir haciéndolo mañana nos exige apostar por una innovación que redundará en beneficio social, cultural y económico.

En coherencia con este planteamiento, y a pesar de las dificultades financieras e imposiciones del momento, en Andalucía queremos seguir dando prioridad a estas políticas y mantenemos el apoyo a la I+D+i, como elemento imprescindible para mejorar la competencia de nuestros factores productivos.

Desde el inicio de la crisis, los fondos que destinamos a investigación han crecido prácticamente el doble de la media de las comunidades autónomas. Algo que ha favorecido, además, la convergencia tecnológica de nuestra comunidad con el resto de España.

Somos la tercera comunidad española que más recursos destina a investigación, con una inversión de casi 1.700 millones de euros. Las actividades de I+D emplean en Andalucía a más de 25.000 personas, lo que nos sitúa también en el tercer puesto nacional.

En Andalucía desarrollamos una actividad investigadora competitiva y de calidad. Gracias a ello, en sólo cuatro años, hemos multiplicado por diez la captación de fondos europeos para investigación.

Austeridad es lo contrario de derroche o despilfarro. Y el auténtico despilfarro para un país está en reducir la inversión en educación, en conocimiento, en I+D.

Por ello, este año vamos a mantener los recursos destinados a la política de investigación, con una dotación de 355 millones de euros, para consolidar a la ciencia como factor productivo de desarrollo económico. Hoy, más que nunca, la universidad es esa institución imprescindible en el desarrollo de ese modelo económico intensivo en conocimiento, calidad y valor que necesitamos.

En los últimos años, las universidades andaluzas han contado con un modelo de financiación que ha permitido su suficiencia financiera. Un modelo que no tiene comparación en España porque vincula hasta un 30% de financiación al cumplimiento de objetivos.

A partir de ahora resulta imprescindible seguir trabajando para asegurar un apoyo financiero suficiente y estable que permita desarrollar la actividad universitaria.

El mundo de la universidad y el de la empresa deben colaborar y aunar esfuerzos para encontrar respuestas a las nuevas necesidades de una sociedad cada día más globalizada. Este es, sin duda, el camino para ganar el futuro, con nuevas vías de cooperación como condición necesaria para la competitividad.

Necesitamos incrementar la inversión privada empresarial en I+D, que actualmente representa algo menos de un tercio del total en Andalucía, mientras que la media de la Unión Europea se sitúa por encima del 60%.

Las 10 universidades públicas andaluzas desempeñan un papel crucial en el empuje de hoy en la I+D. Suponen el 43% del gasto en I+D, aportan casi la mitad de los investigadores (12.000) y, en los últimos años, han duplicado los contratos de colaboración con empresas en proyectos innovadores.

La sociedad se beneficia también de las 'spin off' creadas en nuestras universidades, que se encuentran entre las más activas de España con un total de 163 empresas. Quiero destacar este dato por la importancia que tienen estas iniciativas en el desarrollo de nuevas tecnologías, la creación de empleo de calidad, la capacidad de generar un alto valor añadido en la actividad económica y la aportación al desarrollo regional.

La transferencia de conocimiento y el fomento de una cultura emprendedora son valores necesarios para el progreso de la sociedad. De ahí la importancia de incorporar programas de apoyo al emprendimiento en todas las etapas del sistema educativo, como lo estamos haciendo en Andalucía.

En una coyuntura económica como la que atravesamos, la competitividad de nuestras universidades va a depender, también, de su capacidad para la especialización.

En este contexto, los Campus de Excelencia Internacional (CEI) son piezas importantes en la estrategia de modernización del sistema universitario andaluz, porque con ellos la universidad amplía sus horizontes, se abre a la colaboración con empresas, parques tecnológicos y centros de investigación, y crea un entorno propicio a la innovación y a la transferencia imprescindible del conocimiento.

Esta apuesta por la especialización y la conexión con el tejido productivo y los recursos naturales de la región ya está dando resultados y tiene que darlos aún mejores.

Cada uno de los proyectos andaluces ha sabido identificar nuestras fortalezas y refleja los sectores productivos en los que despunta y puede despuntar nuestra comunidad. Así, los campus dedicados al sector agroalimentario y al tecnológico, o los que trabajan en investigación en salud, medio ambiente o patrimonio son una buena muestra de las potencialidades de Andalucía.

Los tiempos en que la enseñanza superior se desarrollaba de espaldas a su entorno deben quedar definitivamente atrás. Hoy contamos con una universidad implicada en las necesidades colectivas y conectada con las demandas de los ciudadanos.

Todos los presentes hoy aquí estamos comprometidos con una universidad pública de calidad. Una universidad que garantice el desarrollo de las expectativas educativas y también de quienes tienen unas condiciones socioeconómicas más desfavorables, de forma que sea verdadero instrumento para la igualdad de oportunidades. Sin igualdad habrá menos conocimiento, y con menos conocimiento seremos menos competitivos.

Una sociedad en la que cada ciudadano puede aportar todo su potencial no es solo más justa, sino también más eficiente. La igualdad de oportunidades no solo nos hace moralmente mejores, también mejoramos en competitividad, crecimiento económico y cualificación de los recursos.

Llevamos cinco años de crisis en los que hemos vivido un aumento brutal de las desigualdades. Estamos en el peor momento de la historia de España desde el punto de vista de la brecha de la desigualdad. Más allá de especular sobre si nos estamos recuperando o no, hay que pensar que la recuperación tardará mucho en llevarnos a la situación anterior y que habrá un tránsito para mejorar la situación de aquellas personas que han sido excluidas y luchar por la igualdad de oportunidades.

Las ayudas son imprescindibles, ahora más. Una política de becas sirve para garantizar la igualdad de oportunidades, no para dar premios. Es decir, garantizar el acceso al conocimiento, con independencia de las rentas personales y familiares. Convertir las becas en una dádiva que se otorga a quienes tienen buenas notas y solo por ellas, es un disparate, no solo en términos de eficiencia. Es un contrasentido, la financiación de las universidades es pública para quienes tienen becas y para los que no. Hoy podemos encontrarnos con que alumnos con enormes dificultades personales, familiares y sociales, y que obtengan –por ejemplo- un 6, pueden quedar excluidos, mientras que uno con un 5 o menos podría seguir en el sistema por tener mejores condiciones económicas.

Es decir, se podría excluir a alumnos mejores e incluir a peores dentro del sistema. Es una aberración que puede ocurrir cuando no se valora bien lo que se dice o lo que se hace. Y aún estamos a tiempo de corregirlo.

En Andalucía mantenemos el esfuerzo presupuestario en becas, pero no debemos olvidar que la universidad se financia con el esfuerzo de todos. Tampoco podemos permitir que las tasas supongan un obstáculo para acceder a la universidad. Andalucía es la única comunidad autónoma que aplica un precio único en primeras y segundas matrículas, sin distinción por ramas de conocimiento. Además, las universidades andaluzas aplican el precio más bajo del conjunto del sistema nacional.

Un ejemplo, estudiar en Andalucía una carrera de la rama sanitaria cuesta 12,5 euros el crédito, 39,5 en Cataluña, 27 en Madrid y 24 en Castilla y León. Por tanto, también hemos hecho un esfuerzo en ese sentido.

Con este pacto pretendemos señalar todo esto: igualdad, conocimiento, excelencia, investigación, transferencia de la universidad a la empresa... Y sobre todo, iluminar hacia el horizonte hacia dónde nos dirigimos y tener capacidad para poder financiarlo.

Kant hablaba de una disposición moral de la humanidad hacia el progreso. Y yo pienso que la universidad es quizá uno de los lugares donde mejor está encarnado ese anhelo que tenemos todas las personas.

Con este pacto queremos impulsar una universidad orientada a formar profesionales comprometidos con el desarrollo económico y social y con la igualdad de oportunidades; pero también reivindicamos una universidad dedicada a formar ciudadanos capaces de asumir responsabilidades morales y sociales para abordar con éxito los problemas de nuestro tiempo.