José María Ruiz, director del IES Cartima

José María Ruiz, director del IES Cartima: «Innovar implica asumir riesgos y aceptar que habrá propuestas y actuaciones que no den el resultado esperado».

Situado en la localidad malagueña de Cártama, el IES Cartima se ha convertido en una de las referencias más significativas de nuestra comunidad en innovación educativa, una consideración que se ha visto reforzada en este tiempo de pandemia que tanto ha transformado a la profesión docente. Hablamos con su director, José Mª Ruiz, tanto acerca de las claves que han contribuido a la puesta en marcha de metodologías innovadoras por parte del profesorado de su centro como sobre el Plan Estratégico de Innovación Educativa que se elabora en la Consejería de Educación y Deporte, ya que José Mª forma parte de su grupo motor.

Lideras el proyecto del IES Cartima. ¿Por qué piensas que tu instituto se ha convertido en un centro referente en innovación educativa en Andalucía? 

Cuando se comenta el carácter innovador del IES Cartima solemos recordar que realmente lo que intentamos es aplicar la normativa vigente y lo que marcan las Ciencias de la Educación, es decir, nada muy novedoso. Bien es cierto que lo llevamos a escala de centro y esto no es muy común, entre otras razones porque no resulta fácil hacerlo con los recursos de los que disponemos en los centros educativos. 

Han sido muchos los factores determinantes; en primer lugar hemos conseguido aglutinar a muchas personas en torno a un proyecto, y sentarnos a hablar del valor de la Educación, de la escuela en la que creemos, y de cómo alcanzar los objetivos que nos marcamos. Y plasmar los acuerdos alcanzados en un Proyecto educativo, que nos ha servido de referencia en todo momento a la hora de tomar decisiones; ha sido un documento operativo que fue elaborado con el concurso de todos los sectores del centro y que hemos impulsado con mucha convicción. Es un pequeño ejemplo del poder de lo colectivo, por utilizar una expresión de Marina Garcés. Contar con un plan compartido es muy útil y asumir colectivamente que la escuela tiene que servir para que el alumnado tenga más oportunidades entre las que elegir en su vida es una idea muy potente en torno a la cual articular un proceso de innovación. 

La constitución de una comunidad educativa cohesionada ha sido esencial: las familias y el alumnado aportan mucho, y también han tenido que salir de su zona de confort con respecto a su experiencia escolar previa y su apoyo ha contribuido decisivamente a consolidar el proyecto. Lógicamente hemos necesitado muchas reuniones para reflexionar, debatir, y fundamentar lo que hacemos; siempre hemos tenido claro que la innovación educativa es inviable al margen de las familias. El alumnado suele ser el mejor embajador de la innovación. 

También ha sido determinante el acogimiento del profesorado que llega al centro cada curso, una tarea a la que dedicamos mucha energía y que resulta muy ardua por la gran rotación que experimenta el claustro cada año, un 50% del profesorado aproximadamente. La integración en nuestras dinámicas es muy exigente tanto para quienes llegan como para quienes ya estamos en el centro; es imprescindible alcanzar la máxima coordinación posible entre el profesorado. Y hacemos un enorme esfuerzo para que el profesorado nuevo desarrolle un sentimiento de pertenencia a la comunidad, y que se sienta parte de un proyecto colectivo. Nos vemos obligados a una reconstrucción permanente del tejido de la comunidad con el profesorado, el alumnado y las familias que llegan al centro. 

Aunque tenemos mucho que mejorar, el paso del tiempo nos confirma que es posible una escuela en la que el alumnado esté en el centro de los procesos de enseñanza-aprendizaje, en la que se hacen verdaderos esfuerzos para que todos salgan adelante (aunque no siempre se consiga), en la que el profesorado trabaje en equipo aunque siempre haya excepciones, en la que los libros de texto no sean el recurso que determina las dinámicas cotidianas en el aula, en la que nos importen los sentimientos, en la que nos cuestionemos lo que hacemos y nos preocupa mejorar cómo aprendemos todos curso tras curso, en la que las familias tienen protagonismo real en la actividad escolar, y en la que la Inspección ayude cuando cometamos errores y apoye el trabajo en el centro. Especialmente cuando se afronta el reto desde un profundo sentido ético, que debe ser inherente al servicio educativo. 

¿Cómo definirías la innovación educativa? ¿Qué características piensas que debe tener un docente innovador? 

Manuel Fernández Navas, en su libro junto a Noelia Alcaraz Salariche (Innovación educativa), recoge esta idea de Carbonell (2001:17) : “existe una definición bastante aceptable y aceptada que define la innovación como una serie de intervenciones, decisiones y procesos, con cierto grado de intencionalidad y sistematización, que tratan de modificar actitudes, ideas, culturas, contenidos, modelos y prácticas pedagógicas. Y a su vez de introducir, en una línea renovadora, nuevos proyectos y programas, materiales curriculares, estrategias de enseñanza y aprendizaje, modelos didácticos y otra forma de organizar y gestionar el curriculum, el centro y la dinámica en el aula.” El profesorado que participa de las citadas intervenciones y procesos sería a quien podríamos considerar innovador, alguien dispuesto a revisar su práctica, y a introducir cambios en la misma introduciendo líneas renovadoras. Tener dudas y cuestionar lo que hacemos y cómo lo hacemos es muy saludable; si se hace en equipo y con honestidad además puede tener un valor terapéutico, profesionalmente hablando. Me sorprende que todavía hoy se asimile la innovación educativa con el uso de herramientas tecnológicas, después de tantos años debatiendo la cuestión; innovar en la escuela es mucho más complejo que utilizar la tecnología. Un rasgo común entre los docentes que innovan es la preocupación por el sentido de lo que ocurre en el aula. Cuando el alumnado entiende la necesidad de actuar de forma solidaria, la inviabilidad de una sociedad en la que cada individuo actúa movido solo por intereses ajenos a la comunidad, se interesará por descubrir qué personas y organizaciones desarrollan una labor solidaria; y asume la importancia de reconocer su labor, y comprende la utilidad de producir un vídeo para difundir su trabajo, por ejemplo. Y si para llegar a ese producto es precisa una investigación sobre las ONG’s la abordarán, y prepararán entrevistas, y aprenderán a contar historias con imágenes, a editar vídeos, a difundir el producto audiovisual en redes sociales, y a exponer en público su trabajo, entre otras tareas. Y algunos docentes innovadores que aplican A.B.P. le darán a todo este proceso la forma de un proyecto conectado al curriculum. 

Y desde luego el cambio de prácticas pedagógicas al que alude Carbonell debe afectar a la evaluación del aprendizaje y ha de contemplar aspectos como la inclusión escolar y la atención a la diversidad; no es admisible una transformación de la escuela que dé la espalda a una parte del alumnado. Un asunto controvertido en relación con la innovación es el desarrollo de las competencias; hay quien considera que el origen empresarial del concepto lo vicia hasta el punto de volverlo incompatible con aspectos como el desarrollo de una actitud crítica ante el conocimiento, o la capacidad para reflexionar sobre el mismo. Somos muchos los docentes que creemos que la escuela ha sido capaz de darle la vuelta a la concepción utilitarista originaria de las competencias orientándola hacia un objetivo muy enriquecedor para el alumnado: ser capaces de aplicar el conocimiento a problemas/proyectos concretos, lo que supone adquirirlo en primera instancia y además ser capaces de movilizar dicho conocimiento con un fin concreto. Ello les obliga a enfrentarse a retos mucho más complejos que la acumulación de información y, entre otras consecuencias, hace que el uso predominante del examen escrito como instrumento de evaluación del aprendizaje tenga que ser cuestionado necesariamente. 

Y otro elemento indispensable en los docentes innovadores es la convivencia con la incertidumbre. Las certezas a las que vamos llegando son el fruto de las muchas dudas que nos acompañan por el camino. 

«Innovar implica asumir riesgos y aceptar que habrá propuestas y actuaciones que no den el resultado esperado».

¿Cuáles son, en tu opinión, los mayores obstáculos a los que se tienen que enfrentar los docentes a la hora de innovar? 

Creo que todos los centros deberían marcarse como objetivo la creación de un contexto seguro de aprendizaje en comunidad, que ofrezca una red de apoyo a los docentes que dan el paso de cambiar su práctica; que sientan que no se arriesgan en solitario. Porque innovar implica asumir riesgos y aceptar que habrá propuestas y actuaciones que no den el resultado esperado. Entre el profesorado que llega a nuestro centro es muy habitual la sensación de desbordamiento durante el primer trimestre al tener que afrontar en pocos meses la aplicación de metodologías que no han utillizado antes, la búsqueda y/o producción de materiales para el alumnado, el enfoque competencial del aprendizaje, la atención a la diversidad como una prioridad, el uso de la tecnología… Es esencial contar con ayuda durante ese proceso y crear entre todos un clima de colaboración. 

De todos los cambios que se pueden plantear creo que los más complejos son los que afectan a la evaluación del aprendizaje. En primer lugar porque el aprendizaje es un fenómeno complejo y evaluarlo es una tarea muy difícil en la que además intentamos compaginar objetividad, rigor, intención pedagógica, diversidad, participación del alumnado … Durante mucho tiempo la hemos entendido como un procedimiento para medir el aprendizaje pero ya sabemos que este es un terreno muy resbaladizo; de hecho a menudo la hemos simplificado midiendo principalmente la capacidad para replicar la información recibida. Las razones por las que los docentes incurrimos en esta simplificación pueden ser muy variadas: el miedo a que nuestro alumnado no aprenda lo que debe aprender, la inseguridad ante cambios que no sabemos si aplicaremos correctamente, y también la fuerza de la inercia. 

La renuncia a la comodidad del libro de texto como recurso que determina la dinámica cotidiana en el aula tampoco es sencilla; buscar alternativas y convertir el libro en un recurso más exige esfuerzo. Pero cualquier docente debería asumir la libertad y la responsabilidad de decidir cómo va a desarrollar el curriculum de su asignatura con su alumnado sin dejar en manos de una editorial decisiones que nos corresponden a nosotros y que deberíamos tomar teniendo en cuenta nuestro contexto concreto, y el alumnado concreto con el que vamos a trabajar. 

Luego hay dificultades que afectan a todo el profesorado como la ratio excesiva, la eterna carestía de recursos, la frecuencia disparatada con la que cambia la normativa, la necesidad de que la formación del profesorado sea obligatoria y forme parte de nuestra jornada laboral, etc. 

ABP, aprendizaje cooperativo, uso de la tecnología… ¿cuál de estos tres elementos metodológicos te parece más importante? ¿Crees que se podría prescindir de alguno de ellos para lograr una enseñanza innovadora? 

Creo que el profesorado debería sea capaz de utilizar un repertorio variado de herramientas y recursos didácticos que se podrían aplicar en función de las circunstancias concretas a las que tenga que enfrentarse. No me parece aconsejable que todo el profesorado de un centro utilice siempre la misma metodología durante todo el curso. Entre otras razones, el alumnado también se cansa de trabajar con dinámicas activas como los grupos cooperativos y de hacer proyectos todo el tiempo, por poner nuestro caso; entre otras razones porque es bastante más exigente hacerles trabajar así. Acumular conocimiento es mucho más simple que aplicarlo a retos concretos. 

Ahora bien si pretendemos introducir cambios a escala de centro orientados a unos objetivos concretos y queremos crear una cultura de centro que no existe, ayuda mucho dar pautas concretas, marcar una línea de trabajo clara que permita asentar una serie de prácticas y una filosofía pedagógica coherente con el Proyecto educativo; especialmente si cada curso hay que incorporar al 50% del profesorado que llega nuevo al centro. Y más tarde la experiencia y la formación nos irán ofreciendo la oportunidad de ir incorporando nuevos recursos a nuestro repertorio. 

Cuando pusimos en marcha el centro y tuvimos que establecer las prioridades en relación con los distintos aspectos a desarrollar (organización escolar, funcionamiento, metodología, inclusión escolar, formación del profesorado, uso de la tecnología, gestión de la convivencia, construcción de la comunidad educativa, relación con instituciones externas, etc.), decidimos hacer una apuesta muy arriesgada poniendo en marcha simultáneamente todos los procesos de cambio, con respecto a nuestra experiencia previa, que consideramos necesarios. Ha sido agotador durante los primeros años pero hemos recogido los frutos de las sinergias derivadas de implantar a la vez la aplicación del A.B.P., trabajando en grupos cooperativos, dándole mucho protagonismo al alumnado, integrando a las familias en la actividad escolar, utilizando un modelo 1x1 en cuanto al uso de la tecnología, haciendo una gestión compleja de la convivencia, priorizando la formación del profesorado … 

El reto de la simultaneidad de las distintas transformaciones es muy complejo en un centro nuevo; en uno ya consolidado sería casi temerario. En este último caso la comunidad tendría que establecer unos objetivos prioritarios y empezar a poner en marcha los cambios orientados a conseguirlos; y el marco natural para ello es el proceso de autoevaluación que cada año tenemos que desarrollar en los centros. También se pueda impulsar una transformación a partir de un Proyecto de dirección que contara con suficiente respaldado. 

«Nuestra vocación por dotar de sentido el aprendizaje y conectar lo que ocurre en la escuela con la realidad en la que está inmersa nos conduce de forma natural a considerar las enseñanzas artísticas como una prioridad».

En tu centro habéis apostado por potenciar las enseñanzas artísticas, incluso tenéis un Plan Audiovisual de Centro. ¿Por qué es importante este componente audiovisual en una enseñanza de carácter innovador? 

Nuestra vocación por dotar de sentido el aprendizaje y conectar lo que ocurre en la escuela con la realidad en la que está inmersa nos conduce de forma natural a considerar las enseñanzas artísticas como una prioridad. Estar en el mundo implica conocer y disfrutar de la música, el cine, la fotografía, el arte, la literatura, el cómic … de todas o algunas de estas disciplinas. Y también practicarlas; en Secundaria cristalizan muchas de las vocaciones musicales, literarias, plásticas, audiovisuales, ... creativas, que en muchos casos se convierten en una pasión para el alumnado. No podemos dar la espalda a esta circunstancia. Y el reto consecuente al que nos enfrentamos consiste en recorrer la distancia que existe entre el curriculum escolar y el canon cultural oficial por un lado, y los referentes culturales cotidianos de los adolescentes por otro, tender puentes sobre la brecha que separa a Elvis Costello de Delaossa, por poner un ejemplo. 

Cualquiera de las manifestaciones artísticas mencionadas podría servir como como eje transversal mediante el que ayudar a comprender la realidad y despertar una mirada crítica ante nuestra experiencia cotidiana y también ante los problemas no tan cercanos, que cada vez son menos lejanos en este mundo global. 

Nosotros hemos optado por la alfabetización y la creación audiovisual como eje y, siguiendo nuestra filosofía pedagógica y organizativa, decidimos articular un proyecto que llevara a escala de centro esta apuesta: el Plan Audiovisual de Centro. La ingente cantidad de imágenes que nos rodean, que se han convertido en el espacio natural de los jóvenes (y no tan jóvenes) justifica esta elección. 

Lo que nos planteamos es ofrecerle al alumnado la oportunidad de aprender a leer y escribir con imágenes, desarrollando la capacidad para interpretar la realidad desde una perspectiva crítica por un lado, y descubriendo la capacidad para expresarse visualmente de forma creativa y artística por otro. Entendemos que es esencial aprender a desenvolverse en ese torrente de imágenes en el que estamos inmersos, como espectadores y como creadores. De hecho, la información audiovisual hace mucho que va ganando espacio dentro del conjunto de fuentes que utilizamos para estar informados, para aprender y para entretenernos. Medios como Youtube son una referencia de primer orden para la ciudadanía con acceso a Internet, y plataformas como Netflix van conquistando países a una velocidad vertiginosa en el ámbito del ocio doméstico. Por no mencionar redes sociales como Instagram o Tik-tok. 

La escuela no puede dar la espalda a esta circunstancia, especialmente si consideramos que cualquier relato lleva implícito una toma de posición frente a la realidad. Ninguna serie es ideológicamente inocua; ni tampoco las imágenes son imparciales en lo que a transmisión de valores y modelos sociales se refiere. La realidad no habla por sí misma; somos nosotros los que la hacemos expresarse mediante el lenguaje, cualquiera que sea el formato que elijamos para nuestro mensaje (textual, sonoro, visual, audiovisual); cada encuadre pictórico, fotográfico o cinematográfico deja fuera una parte del mundo que está mostrando e incluye otra de forma deliberada. 

Por otra parte, una seña de identidad de nuestro centro es convertir al alumnado en protagonista de su aprendizaje mediante la elaboración de productos propios, que pueden tener muy diversos formatos. Desarrollar su capacidad para la producción de audiovisuales, y abrirles el horizonte de una nueva forma de expresión y comunicación artística, puede permitir al alumnado escribir y contar con imágenes, así como sentir y disfrutar las películas, series o documentales de una forma más rica. Y puesto que la narrativa, la poesía, o la música podrían formar parte de esos productos finales, el resultado de estas creaciones llevaría implícito un enriquecimiento personal relevante, en el sentido más esencial del concepto de cultura: un conjunto de valores, creencias y significaciones que utilizamos las personas para dar sentido al mundo en el que vivimos. 

Y para hacer realidad este proyecto contamos con la valiosa colaboración de PLANEA, una red de arte y escuela de la que formamos parte, que nos ayuda a dotar de perspectiva artística el trabajo con el alumnado. 

«La elaboración de una encuesta ha permitido a todo el profesorado andaluz expresar su visión de la innovación educativa y aportar su perspectiva, que fue respondida por más de quince mil docentes, y cuyas conclusiones han sido publicadas».

Se te invitó para que formaras parte del Grupo Motor del Plan Estratégico de Innovación Educativa. ¿Qué papel ha jugado este grupo en la fase de diagnóstico del Plan? 

Lo primero que quiero destacar es el privilegio que ha supuesto compartir grupo de trabajo con profesionales de la talla de Lola Acosta, Luis López-Cano, Pilar Nuñez y Esther Diánez. Y con Mar Herrera y Cristina Torrecillas, del I.A.A.P. de la Junta de Andalucía, cuyo asesoramiento experto durante todo el proceso ha sido esencial, así como la coordinación de David Bracho y el impulso y seguimiento de esta iniciativa por parte de Manuel Martín, Jefe de Servicio de Planes y Programas de la Consejería de Educación y Deporte, y promotor del Plan Estratégico de Innovación Educativa. 

El objetivo del grupo durante el presente curso ha sido elaborar un diagnóstico de la situación de la innovación educativa en Andalucía. Desde la primera reunión el 16 de octubre, en la que conocimos la propuesta con detalle, el grupo motor ha realizado distintas tareas y ha elaborado distintos documentos con la vocación de conseguir la participación del máximo número posible de docentes, alumnado, familias, y profesionales de la Educación a la hora de recabar perspectivas, objetivos, y datos para elaborar el mejor diagnóstico posible. Podemos destacar la elaboración de una encuesta que ha permitido a todo el profesorado andaluz expresar su visión de la innovación educativa y aportar su perspectiva, que fue respondida por más de quince mil docentes, y cuyas conclusiones han sido publicadas (en este enlace). En el análisis de los resultados de la encuesta el grupo motor subrayó la necesidad de saber más del profesorado innovador (qué hace, para qué innova, dónde está), qué perfil competencial tiene este profesorado (formación inicial y permanente, competencias relacionadas con el “saber ser”), qué recursos emplea (kits de recursos en función de objetivos y contexto, ampliar repositorios virtuales), cómo mejorar la formación del profesorado (mejorar oferta formativa, optimizar posibiliades de transferencia, evaluar propuestas de formación para la innovación), qué incentivos habría que ofrecer para impulsar la innovación (baremos, económicos, visibilidad de buenas prácticas), qué motores han de impulsar la innovación (participación colectiva y comunitaria, equipos directivos, departamentos específicos), el papel de la comunidad educativa en los procesos de innovación (participación de alumnado y familias, reflexión compartida, la Educación como prioridad familiar), ámbito de aplicación (colaboración intercentros, necesidades educativas comunitarias, mentorización, proyectos en remoto), evaluación (enfoque competencial de la evaluación del aprendizaje, cultura de la evaluación a nivel de centro), y como claves globales, la necesidad de abrir los centros a su entorno, de conectar el aprendizaje al mundo real, de incorporar la formación, la evaluación y la investigación, y la importancia de la colaboración a nivel sistémico. 

Y desde luego el gran esfuerzo de organización y celebración de las jornadas participativas, el evento con el que ha terminado el curso que hubiera sido imposible sin el gran trabajo de la Oficina Técnica, en el que distintos sectores del ámbito educativo han aportado mucha información sobre la situación de la innovación educativa en Andalucía. Han servido para determinar un conjunto de problemas, necesidades y retos que estos sectores consideran importante priorizar, y también han ayudado a contextualizar la información cuantitativa recogida de manera que los datos recopilados han adquirido un sentido real con el punto de vista de cada colectivo participante. 

Estas jornadas han tenido dos momentos, el primero con reuniones específicas por sectores (profesorado, alumnado, familias, inspección, asesorías de formación, universidad, direcciones de centros); y un segundo momento, la sesión plenaria, en la que todos los sectores se mezclaron en los distintos grupos de debate, pudiendo así contrastar y complementar las perspectivas de cada uno. Las conclusiones de las jornadas serán difundidas, y constituirán un pilar fundamental para la próxima elaboración del plan estratégico. 

Volviendo al principio del proceso, el trabajo del grupo comenzó analizando y valorando un dossier inicial elaborado por la Dirección General de Formación del Profesorado e Innovación Educativa, y estableciendo una serie de objetivos, entre los que podemos destacar los siguientes: 

● Impulsar la autonomía de los centros. El centro como motor del cambio educativo (facilitar la capacidad de innovación de los centros educativos) 

● Fomentar la investigación e innovación educativa, la difusión del conocimiento, la creatividad y el emprendimiento. 

● Utilizar las tecnologías digitales para hacer frente a los retos de la sociedad actual.

● Buscar la excelencia mediante el talento de los profesionales. 

● Desarrollar competencias blandas en el alumnado, rol más autónomo, más creativo, más emprendedor. 

Personalmente me resultó especialmente interesante la explicación del proceso que propusieron Mar Herrera y Cristina Torrecillas a partir de su experiencia en el I.A.A.P., que en la práctica supone aprender a diseñar una política pública que pretende incidir sobre un aspecto concreto de la realidad educativa, en este caso. Una de las primeras preguntas que nos hacemos al participar en una iniciativa de esta naturaleza es ¿qué capacidad tendrá para producir cambios reales en el ámbito para el que se diseñan?, y sus respuestas resultaron muy alentadoras dada la gran cantidad de iniciativas desarrolladas por el I.A.A.P. para la administración andaluza, y los resultados obtenidos. También nos quedó claro que la última palabra la tienen los responsables políticos. 

En otra fase del proceso hicimos una valoración de las distintas actuaciones innovadoras y los programas de innovación que propone la Consejería de Educación, para destacar aquellos que consideramos más relevantes. La gran cantidad y variedad de las propuestas obliga a simplificar y priorizar su contenido. Destacamos la necesidad de impulsar y mejorar la Transformación Digital Educativa, el programa Escuelas Mentoras, los proyectos específicos para la Formación Profesional Dual, la prevención de la violencia de género, las actividades de autoformación del profesorado, el refuerzo de la Orientación y la atención a la diversidad con PROA+, los programas Erasmus+, la convocatoria de recursos educativos abiertos, los proyectos de investigación en colaboración con la universidad, entre otros. 

¿Por qué es necesario un Plan Estratégico de Innovación Educativa? 

Como sociedad nos enfrentamos a grandes retos derivados de los numerosos cambios que se suceden a gran velocidad y de la enorme crisis de desigualdad social con la que convivimos, que se manifiesta en múltiples ámbitos y desde luego en los centros educativos. El nivel de incertidumbre que genera todo ello en la ciudadanía provoca una demanda de respuestas ante la que la escuela tiene un papel importante que desempeñar, incluso en un país como el nuestro cuya Educación ha sido instrumentalizada como campo de batalla ideológica en demasiadas ocasiones. La sociedad espera de sus docentes ayuda para abordar esa tarea cada vez más compleja que es educar y que constituye el cimiento de lo que seremos. Las competencias que ya necesitamos para desenvolvernos a diario difieren cada vez más de las que nos servían hace una generación y las familias nos hablan de la creciente dificultad para orientar a sus hijos. Sencillamente no podemos permanecer ajenos a la falta de certezas derivadas de la profunda crisis de valores cuyas consecuencias hace tiempo que tienen su reflejo en la naturaleza -particularmente en el clima-, en la convivencia, en la salud, en la economía, en la tecnología ... 

Todo ello nos sitúa a los profesionales ante la necesidad de transformar la escuela, que precisa de marcos más amplios y más estrategias; no se trata de hacer tabla rasa con el trabajo realizado hasta ahora. Y estos procesos de transformación deben articularse en los centros educativos, en contextos concretos, y deben contar con el acompañamiento necesario desde distintas instancias (formación, inspección, universidad, hacienda (recursos), administraciones locales, instituciones culturales …); los centros tenemos por delante el desafío de abrirnos al entorno que nos rodea y de incrementar nuestro nivel de transparencia. 

El diseño de este plan, que se hará en el curso 2021-22, deberá servir para ayudar a los centros a abordar dichos procesos, o continuar con los que ya se han puesto en marcha, que no son pocos. Hay muchos centros que llevan tiempo trabajando en los cambios pero es igualmente cierto que no pocos necesitan una guía. 

Tal y como se explica en la documentación publicada el Plan Estratégico de Innovación Educativa 2021-2027 pretende establecer un marco de referencia tanto conceptual, metodológico como normativo que sirva como guía a los centros educativos para propiciar un cambio de modelo educativo más acorde con las necesidades actuales, facilitando que el alumnado desarrolle las habilidades y competencias clave necesarias en el siglo XXI, desde criterios de equidad, participación, perspectiva de género, transparencia, eficacia y eficiencia, para contribuir al éxito de todo el alumnado y al incremento de la calidad del sistema educativo.