La inteligencia artificial lo cambiará todo. Otra escuela para otra realidad

El diseño del sistema educativo sufrirá (o disfrutará) la irrupción de la inteligencia artificial por las repercusiones que tendrá en el mundo social y laboral a corto y medio plazo, pero también por los cambios en las funciones docentes. ¿Y si eso supusiera el adiós a la burocracia? ¿Cuáles pueden ser las implicaciones y consecuencias de la IA en el currículo? ¿Tendremos que pasar de la LOMLOE a la LOEMIA (Ley Orgánica General de Educación Mejorada con Inteligencia Artificial)?

Daniel Molina Martín | CEP Marbella-Coín

Hace unos días, visitando una Escuela de Educación Primaria, me mostraban orgullosos el diseño de una situación de aprendizaje en la que el alumnado de 5º tenía que crear una startup tras un pequeño estudio de mercado y, posteriormente, debían elaborar individualmente su CV en el planteamiento hipotético de la búsqueda de empleo para alguna empresa de otro compañero del aula. Para producir su CV debían analizar las empresas ficticias de los compañeros e imaginar un perfil profesional del solicitante para redactar su currículo y preparar la entrevista de trabajo. Siendo una experiencia de aprendizaje del todo valiosa, por las capacidades y competencias directas e indirectas que tienen que ver con la investigación, emprendimiento, la reflexión, la comunicación y un sinfín de habilidades y destrezas de un alto valor competencial… Me llamó la atención el tipo de empresas que originaron. 

Desde las propuestas más imaginativas hasta las más convencionales, la actividad me hizo elucubrar sobre las posibilidades de que existan esas profesiones cuando esos estudiantes accedan al mercado laboral. Esto, que no resta ni un gramo de valor a la situación de aprendizaje, dado que se están desarrollando competencias que no están comprometidas con la tipología de empresa diseñada y son del todo transferibles, me retrotrajo al paradigma de temporalidad y desactualización que vivimos en muchos centros educativos, y que podría formularse así: 

“Los alumnos y alumnas que hoy se incorporan al sistema educativo vivirán los albores del siglo XXII. En cambio, hoy, en pleno s. XXI, les educan docentes que se formaron en el siglo XX, que en muchos casos aplican metodologías del siglo XIX, en lugares que fueron diseñados según el modelo arquitectónico prusiano del siglo XVIII”. 

Teniendo en cuenta que el espacio tiene un lenguaje propio y también educa, estaríamos afirmando que estamos educando a personas que vivirán en el siglo XXII bajo con conceptos espaciales y arquitectónicos concebidos antes del siglo XVII. 

Este punto de vista nos debe hacer pensar sobre qué tendría que cambiar del espacio educativo (véase aula del futuro), pero también sobre qué tendría que hacer diferente la escuela para adaptarse a las necesidades previsibles y derivadas de la realidad del futuro. Reflexionar, por ejemplo, sobre qué disciplinas o prácticas educativas deberían ser abandonadas cuanto antes. Ahora, y especialmente con la irrupción de la IA, deberíamos analizar el impacto que podría tener esta nueva tecnología en nuestras vidas y en el mundo laboral y social en los próximos años. Analizar los cambios que llegarán, las profesiones que sin duda desaparecerán y las que se necesitarán más… Pensar sobre los nuevos problemas y retos a los que deberán enfrentarse nuestros estudiantes, fruto de esta nueva realidad. Podríamos incluso especular sobre las profesiones que podrían nacer ante esta situación: diseño y reparación de bots, técnico anti-pandemias, especialistas en biodiversidad, identificación de deepfakes, pilotos de drones para reparto, especialistas en ciberseguridad y protección de identidad digital, juristas de neuroderechos, especialistas en alfabetización emocional para bots, coaches de creatividad, asesores de imagen en RRSS, cleaners de huella digital… 

Podríamos imaginar profesiones absurdas y seguramente la realidad supere nuestra imaginación. Porque hace algunos años, pocos se hubieran atrevido a afirmar que gamer, influencer o youtuber iban a sustituir a astronauta, futbolista o cantante de rock como las profesiones más deseadas por nuestros adolescentes. 

No obstante, aunque no seamos capaces de prever con mucha precisión la deriva del mercado laboral en los próximos años, hay algunas consecuencias de la IA qué sí podemos anticipar y, con ellas, vislumbrar necesidades y retos para nuestros estudiantes: 

Es evidente, por ejemplo, que la gestión de la información requerirá capacidades críticas que nos protejan ante estafas o fenómenos como el deepfakes y fakesnews. También se requerirá desarrollo de pensamiento ético para el diseño de bots o para el tratamiento de información sensible. Y es posible ante esto que pensamiento crítico y ético sea una demanda y conceda una segunda vida a materias tradicionales como la filosofía. Por otro lado, en un futuro hipertecnológico que ya está poniendo en riesgo ecosistemas y salud, podríamos suponer la necesidad de perfiles profesionales que protejan los ecosistemas y faciliten procesos de transición ecológica hacia entornos más sostenibles. Y así podríamos continuar hasta configurar un mapa de previsión de demandas y nuevas necesidades para diseñar los planes de estudios de nuestros estudiantes. 

Ante esta realidad debemos recuperar la visión que hacía Tony Wagner en 2010 en su texto “Las habilidades que necesitamos para el siglo XXI”, que continúa estando de actualidad. El profesor de Harvard y director del laboratorio de innovación educativa aseguraba entonces que la educación del futuro involucraría mucha tecnología que permitiría un aprendizaje personalizado y accesible a cualquier momento y lugar. Es decir, la escuela saldría de la escuela a través de dispositivos móviles y en línea. Pero además, anticipaba que la educación se enfocaría en el desarrollo de cuatro capacidades en concreto: el trabajo colaborativo, la comunicación, la creatividad y el pensamiento crítico. Es decir, aprender a cooperar, a expresarte, a resolver problemas y aprender a hacer preguntas. 

Al estudiar las ideas del profesor Wagner, comprendí que, efectivamente, en un mundo en el que tenemos todas las respuestas, lo importante es hacerse buenas preguntas. Y esta reflexión que hice aquellos años se actualiza aún más con la realidad de la IA. Porque con los asistentes bots que tienen respuestas para todo, lo crucial es hacerle las preguntas adecuadas. Al fin y al cabo, detrás de una buena idea o una buena decisión, siempre hay un importante número de buenas preguntas. 

Desde el 2016 venimos compartiendo en el Cep de Marbella esta reflexión del reputado profesor con los funcionarios noveles que participan con nosotros en procesos formativos, pero necesitábamos que la administración se tomara más en serio esta realidad, o la contemplara como algo inminente. Porque especialmente ahora, con la normalización de la IA, es más fácil suponer las consecuencias de ese escenario futurista y distópico, y pensar que quizá está más cerca de lo que se pensaba. Esto, además, nos debería poner en la urgencia de abandonar ciertas prácticas tradicionales como el aprendizaje memorístico, individualista y competitivo que pivota fundamentalmente en habilidades y destrezas vinculadas al dominio de contenidos. Y debería ser sustituido por propuestas cooperativas, competenciales y que entrenen habilidades y destrezas emocionales, creativas y de pensamiento crítico. Situaciones de aprendizaje que faciliten el uso autónomo, ético y responsable de la tecnología y la inteligencia artificial en itinerarios formativos individuales. 

Porque, de todas las hipótesis que podríamos hacer sobre las repercusiones que tendrá la IA en la educación, como hacer los deberes del estudiante o agilizar la burocracia del profesorado (esto gusta más), hay algunas consecuencias que ya conocemos hoy. Lo que sí es cierto es que la inteligencia artificial tendrá una importante transformación laboral, económica y social a corto y medio plazo por algunos de estos motivos: 

1. Aumentará la movilidad y se podría producir una revolución en los transportes y en los desplazamientos. 

2. Facilitará el desarrollo de entornos personales e individuales de aprendizaje.

3. Continuará y aumentará el teletrabajo en entornos de metaverso, lo que supondrá nuevas situaciones de salud laboral, de higiene tecnológica, de necesidad de desconexión y ciberturismo en el metaverso. 

4. Habrá importantes avances científicos y técnicos por la capacidad para manipular grandes cantidades de datos en poco tiempo. 

5. Aparecerán nuevas profesiones y desaparecerán otras, sobre todo aquellas relacionadas con tareas rutinarias y repetitivas que no requieran de competencias emocionales y creativas. 

6. Aparecerán nuevos conflictos morales y éticos respecto al uso y finalidad de la inteligencia artificial y los bots que requerirán ser resueltos desde la filosofía.

7. Podrían aumentar o cambiar la cultura, el ocio y el tiempo libre al liberarnos de un buen número de tareas mecánicas, y al proliferar nuevos entornos de metaverso.

8. Se acelerará la solución a problemas energéticos y de bioconservación al disponer de herramientas potentes en el análisis de datos en tiempo real. 

Lo cierto es que, además de estas ocho posibles repercusiones que podría provocar la inteligencia artificial a medio y corto plazo, tendremos otras no contempladas y que no podemos ni imaginar. Consecuencias que, de una u otra forma, nos llevarán con seguridad a un contexto completamente distinto del actual, un contexto que exigirá la demanda de habilidades, competencias y destrezas específicas. Por tanto, en un futuro tecnológico, volátil y líquido deberíamos entrenar a docentes y estudiantes en la capacidad de adaptación al cambio. Comprometernos con las habilidades, destrezas y capacidades que ya se vislumbran, y que exigirá esta nueva realidad, que incluirá la demandas de competencias asociadas con: 

1. Pensamiento computacional 

2. Diseño de bots 

3. Gestión emocional 

4. Creatividad 

5. Pensamiento crítico y ético 

6. Trabajo cooperativo 

7. Análisis y gestión de datos 

8. Herramientas de filtrado y validación de información 

9. Resolución de conflictos 

10. Actividades personales y autocuidado 

11. Salud personal, mental y social 

12. Protección de biodiversidad 

Y, aunque es cierto que un buen número de los conceptos antes mencionados se contemplan de una u otra forma en el sistema educativo actual, en muchos casos en la realidad del aula pasan de puntillas o de forma superficial. Desgraciadamente, en demasiados contextos siguen teniendo excesivo peso los contenidos y temarios. 

Por tanto, parece urgente que la administración educativa y el profesorado reflexionemos sobre esta cuestión y seamos conscientes de la repercusión que tendrá la inteligencia artificial en nuestros estudiantes de hoy y nuestros ciudadanos “humanos” del hoy y del mañana.