Estrategias de adaptación al cambio climático: soluciones basadas en la naturaleza
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En ciudades como Córdoba, este problema alcanza
una dimensión crítica, ya que su clima está
caracterizado por un tórrido periodo estival cada
año más amplio, que trae como consecuencia la
inhabitabilidad de la ciudad, sólo superable con un
alto coste en recursos energéticos. Este problema
se ha interiorizado a escala urbana en la vivienda,
con la búsqueda de la eficiencia energética en
edificios, basada en los nuevos materiales y diseños
de construcción. Sin embargo, el salto al sistema
urbano se está realizando con cierta reticencia,
entendiendo que este es un problema donde cada
ciudadano debe arreglárselas por sí mismo, que
poco se puede hacer en el espacio abierto para
tener una ciudad menos severa y que los sectores
que se desenvuelven en el espacio público, tales
como la movilidad y el turismo, son victimas
colaterales insalvables. Ante este discurso fatalista,
la cuestión planteada es si es posible modificar el
clima de la ciudad, y si las plantas pueden hacer
algo al respecto. La respuesta es sí, y de hecho ya
se ha logrado en casi todas las ciudades, aunque
precisamente en el sentido contrario al deseado,
ya que la progresiva marginación de la vegetación
en el sistema urbano ha originando el denominado
efecto isla de calor. Este efecto consiste en el
sobrecalentamiento de las ciudades por encima
del entorno más cercano. Las causas son diversas,
y depende de las características de la ciudad y
condiciones climáticas generales en las que se
desenvuelve. Como generalidad, las ciudades se
recalientan debido a la incapacidad que tienen
para regular la temperatura, tal y como puede
ocurrir en un desierto, ineficaz para disipar el
flujo de radiación solar en cadenas secundarias de
energía que eviten el aumento de la temperatura
atmosférica.
Patio cordobés. P. Sánchez Lechuga.
