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Discursos

Intervención del presidente de la Junta en la presentación del Anuario Joly

18/03/2013
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Quiero agradecer, un año más, al Grupo Joly su invitación a la presentación de su tradicional Anuario en esta undécima edición. Una publicación que se esfuerza por hacer comprensibles los hechos que fueron noticia a lo largo del año que ya pasó.

William Ospina, un excelente escritor colombiano, ha escrito que, solo cuando se convierte en un relato, el mundo parece comprensible. Mientras lo vamos viviendo, dice Ospina, los hechos son tan agobiantes y múltiples que no les encontramos pies ni cabeza.

El Anuario intenta buscar una coherencia en un año, 2012, en que todo, casi sin excepción, ha hecho crisis y en el que ninguna de nuestras certidumbres del pasado ha salido indemne. El Anuario trata así de cumplir, una vez más, una función primordial que todos agradecemos: la de ordenar la realidad. Por su visión de conjunto y el juicio sosegado que da el paso del tiempo, se convierte en una ayuda eficaz para valorar los acontecimientos recientes que están determinando el futuro inmediato del todo incierto.

Pero, como les dije, hacerlo en estos tiempos es tarea muy complicada. Nos encontramos en una encrucijada que exigiría un acertado diagnóstico de los fenómenos sociales, económicos y políticos; algo, me temo, tan complicado como conveniente. Y, aun sin que el éxito corone los esfuerzos, es más que encomiable intentarlo.

Quiero, por ello, destacar la reflexión del profesor Antón Costas, que pone el foco en la necesidad de un liderazgo cooperativo para reconstruir el proyecto europeo. Un análisis que se detiene en las causas de la crisis actual y las consecuencias de la hegemonía alemana en la Unión Europea.

La imposición de una austeridad ineficaz que ha empobrecido las condiciones de vida de millones de ciudadanos no ha sido la única consecuencia de la influencia de la política interna de Alemania en Europa. También ha provocado graves daños, como el debilitamiento de las instituciones comunitarias (que han desaparecido como actores relevantes de la política económica), o la imposición de gobiernos tecnocráticos, que han quebrado el principio de representación democrática.

Y todo ello, dice Costas, "obviando que la causa de la crisis europea no fue un fallo del sector público, sino un espectacular fallo del sistema financiero privado europeo, en el que la banca alemana ha jugado un papel determinante". La ortodoxia de la austeridad se ha impuesto sobre la política económica y las decisiones de redistribución como si se tratase de la única alternativa posible.

Sin embargo, los hechos, los acontecimientos (que son tozudos y se producen al margen de nuestras teorías) desmienten a todos cuantos han pretendido reducir la economía a la contabilidad pública y han subordinado la política a la especulación financiera.

Y, si podemos aceptar como un simple error inicial creer en esa estrategia, la perseverancia en este error, cinco años después, nos hace no solo responsables sino también culpables; dolosamente culpables. Culpables de contumacia en el error y de haber permitido que los causantes de la crisis lleven las riendas de las decisiones económicas en nuestro continente...

Es evidente que Europa no puede pretender salir de la crisis poniendo en marcha los mismos procesos que la generaron. De una crisis provocada por la desregulación, la desigualdad y la ausencia de unión política, es imposible salir apelando a estos mismos factores.

Hay desafección política, no lo dudo. Pero no porque la población esté manifestándose contra la política, sino contra la subordinación de la política a intereses que no son los generales. No creo que ninguna generación sea superior a la siguiente. Será esta generación la que nos sacará de la crisis.

Todas estas circunstancias han generado una gran inseguridad. Es comprensible que buena parte de la población contemple con desazón y perplejidad la realidad social y, sobre todo, el crecimiento de las desigualdades.

En su prefacio al Primer Informe sobre la Desigualdad en España, editado por la Fundación Alternativas, José María Maravall, escribe que sabemos poco de la desigualdad en España, aunque (esto lo añado yo) sentimos claramente que la crisis ha abierto una gran brecha en nuestra cohesión social y ha provocado un aumento de las desigualdades y nuevas formas de exclusión social que no son capaces de afrontar con éxito los sistemas tradicionales contributivos de protección social.

Sigo con Maravall: Dice el que fuera ministro de Educación en el primer gobierno de Felipe González, que la desigualdad es la que muestra la medida en que una sociedad se respeta a sí misma según las discriminaciones que permite entre las personas. Por eso, dice, es tan importante una correcta información sobre la desigualdad: porque su carencia, la falta de información, permite tanto la demagogia como la manipulación. Y, si la demagogia no ayuda ni explica las causas, solo aporta signos de exclamación, la manipulación (es decir, ocultamiento o manejos inadecuados de la información) es aun más grave.

Y esto de los signos de exclamación, de las interjecciones y las indignaciones es hoy un conjunto de actitudes que, pudiendo ser positivas, padecen del mal de la esterilidad.

A lo largo de esta crisis, la caída en los niveles de bienestar ha sido muy intensa; mayor en España que en la mayoría de los países europeos, ensanchándose de forma acelerada el diferencial de renta entre los ciudadanos más ricos y los más desfavorecidos. El desempleo ha sido determinante en esta brecha. Pero no solo el desempleo. La crisis ha incidido en una población que estaba, y está, fuertemente endeudada: Mientras las rentas de los asalariados perdían peso sobre el PIB en los momentos de mayor crecimiento económico, el patrimonio inmobiliario por persona crecía a un ritmo del 10% anual. Y esto es brutal.

Las páginas del Anuario Joly se hacen eco del malestar ciudadano: el paro, el empeoramiento de las condiciones laborales, pero también los desahucios y los recortes en derechos fundamentales o la desprotección de las familias.

El desempleo es el principal reto. Y 2012 ha sido muy mal año para el empleo. Al incremento en las cifras del paro, se ha unido la preterición legal, el deterioro, de la negociación colectiva, y con ello un nuevo camino que ayuda a agrandar las desigualdades. Un camino que creo, es ciego en términos políticos y tuerto en términos económicos.

Porque no solo no ha podido contener la sangría de los despidos sino que ha provocado un mayor malestar social y una incidencia negativa sobre la igualdad y la cohesión social.

El derecho del trabajo tiene su fuente de regulación más señera y eficaz en la negociación colectiva como acertadamente señala nuestra Constitución y como también ha puesto de relieve nuestra historia. Siempre, desde el ANE, en que sindicatos y empresarios alcanzaron el acuerdo de sustituir el criterio de inflación pasada por inflación prevista, los agentes sociales españoles se han sabido hacer cargo con responsabilidad de las crisis económicas. Es nuestra historia y es una buena historia.

La ansiedad por salir de la crisis no puede llevarnos a tomar decisiones que destruyan las bases de nuestra convivencia. El diálogo social es el pilar básico de nuestro modelo social y económico, y ha de seguir siendo el referente para afrontar asuntos tan prioritarios como el aprovechamiento del capital humano.

Fortalecer la democracia, la relación entre las decisiones que se toman y la participación de los ciudadanos en esas decisiones es parte de la solución. Y esto es más fácil conseguirlo si insistimos en la vía del diálogo.

Lo estamos viendo en el caso de los desahucios. La sociedad organizada ha sido capaz de articular una acción política, en este caso a través de una iniciativa legislativa popular, para buscar respuesta a un conflicto social que alarma a la ciudadanía; que ha contado incluso con la mediación de una sentencia europea y que deberíamos aprovechar para resolver el problema y para mejorar nuestra legislación despojándola de cláusulas abusivas.

Una política que resuelve con equidad los problemas de los ciudadanos es el mejor camino para recuperar la confianza. Y este es el compromiso que queremos expresar en el Pacto por Andalucía.

Se trata de fortalecer el espíritu de consenso en tiempos como éstos que necesitan un liderazgo compartido. Un liderazgo para afrontar con éxito el camino de la creación de empleo en Andalucía, donde no solo se ha destruido empleo sino que además ha crecido la población activa, mientras se reducía en el resto de España, lo cual nos obliga a redoblar esfuerzos.

Se trata igualmente, de mantener la red de servicios públicos que promueve la igualdad de oportunidades y garantiza los derechos sociales fundamentales, sobre todo la sanidad y la educación públicas, porque son las políticas que mejor redistribuyen la renta.

Tenemos que trabajar también para fortalecer lo mejor de nuestros sectores productivos y reforzar el tejido empresarial con innovación y cooperación.

En este recorrido periodístico por el año 2012 que hace el Grupo Joly, ocupan un lugar destacado la agricultura y el sector turístico. No en vano son dos grandes puntales de nuestra economía, que incluso durante 2012 han conseguido mantenerse a flote a través de la I+D+i, la calidad y la internacionalización de sus productos.

También hay en la publicación historias de éxito, como la del Parque Tecnológico de Andalucía de Málaga, un modelo de colaboración público-privada que ha cumplido 20 años trabajando por impulsar la iniciativa empresarial y el desarrollo tecnológico, y ha sido capaz de promover un cambio estructural.

Los factores que garantizan nuestro futuro son la educación, la ciencia y la cultura. El momento actual nos exige no virar el rumbo, mantenernos en un modelo de competitividad cualitativo que sea capaz de rentabilizar el conocimiento y la creatividad, y transformarlo en nuevas empresas que generen más empleo.

También en el ámbito de la cultura. La cultura andaluza ha sido y es innovadora y vanguardista, cualidades que la hacen valiosísima desde el punto de vista económico y empresarial como verdadera fuente de industrias creativas. Y no sólo porque lo cultural sea un recurso económico de primera magnitud, sino porque nuestra cultura, heredera de una tradición de siglos, ha de ser parte esencial en la nueva Andalucía que hemos de construir entre todos.

La cultura ha de situarse en el centro del discurso social y económico porque cultura es relación, es poner en común, forjar y mantener los valores de nuestra civilización. Además, tiene una dimensión añadida: crea solidaridad entre la gente y esto es lo que ahora necesitan Andalucía, España y Europa.

Termino volviendo a la desigualdad y, a la vez, invocando la importancia de los medios de comunicación y el papel que desempeñan o deben desempeñar.

Los medios realizan eso que los especialistas denominan "la gestión de la atención"; es decir, determinan lo que es, o no, relevante; incluso lo que existe o no existe; con la jerarquía que establecen en la información. Tienen así un papel relevante en la conformación de la opinión de los ciudadanos.

De su responsabilidad, de la responsabilidad de los medos, depende, en gran medida, que tengamos "ciudadanos entretenidos" o "ciudadanos críticos".

Es obvio que esto último resulta más importante socialmente y, en mi opinión, más enriquecedor desde el punto de vista periodístico y democrático.

El Grupo Joly, grupo andaluz por excelencia, ha mantenido siempre su voz, su personal mirada y su forma de tratar la actualidad desde la profesionalidad y el rigor. Anualmente nos convoca a esta cita para analizar la realidad del año precedente. En esta ocasión les ha tocado un año difícil, espero que irrepetible y enormemente azaroso y convulso. Pero de eso ellos no tienen ninguna culpa. Muy al contrario han tratado de resumirlo y hacerlo abarcable en este Anuario con firmas de prestigio y aportaciones muy interesantes. Y solo una crítica, que solo hay un 10% de opiniones de mujeres frente al 90% restante de hombres.

Hasta el próximo Anuario, muchas felicidades.