Malaca
romana
Siete siglos duró la presencia romana en Málaga, en los que la ciudad se amplió y renovó
modificando en gran medida su aspecto, a partir de la “planta fenicia” que citara Estrabón
en el siglo I a. C. aludiendo a su urbanismo adaptado a la topografía, en contraste con los
trazados rectilíneos de las ciudades grecorromanas.
La romanización culminó con la conversión de Malaca en municipio en el siglo I d. C.,
según atestigua la
Lex Flavia Malacitana
, llegando a ser un importante foco económico
de la provincia
Baetica
, pero de rango político-administrativo secundario. Su riqueza
radicaba sobre todo en la industria pesquera, centrada en la elaboración de salazones y
del célebre
garum
, una salsa considerada un manjar. Realizadas en extensas factorías que ocupaban amplias superficies
del espacio urbano y sus alrededores, estas producciones alentaron un activo comercio, cuya beneficiaria fue una
rica oligarquía que acaparó los cargos públicos y financió edificios monumentales, como el teatro. El aumento de la
población, los usos higiénicos, con termas y fuentes públicas, y la necesidad de recursos hídricos para las industrias
acarrearon un incremento de la demanda que apenas podían satisfacer los medios de épocas anteriores, y a la que
hubo de hacerse frente con el nuevo modelo romano de gestión de agua (redes de suministro, cloacas…), aunque
todavía se desconozcan sus detalles. Finalmente, en los siglos VI y VII Málaga, cristianizada y erigida en sede episcopal,
fue durante varias décadas uno de los principales baluartes en la Península del Imperio Romano de Oriente, un enclave
bizantino frente a la España visigoda.
Fragmento de la Lex Flavia Malacitana, siglo I.
Museo Arqueológico Nacional.
Moneda de oro
bizantina del siglo VI,
procedente de Málaga.
The British Museum.
Mosaico del siglo IV,
del área de los jardines
de Puerta Oscura.
Museo de Málaga.
Fondo de plato hallado en el
entorno de la Alcazaba, siglo V
Museo de Málaga.
A la izquierda, escultura de la Musa Urania, procedente de una
villa romana del distrito malagueño de Churriana, siglo I. Museo
Arqueológico Nacional.
A la derecha, ánfora romana del siglo I. Museo de Málaga.
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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
MÁ L A G A I N D U S T R I A L Y P O R T U A R I A . 1 8 8 0 [
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La minería se intensifica en
las sierras circundantes, con
la consiguiente degradación
de la vegetación al
emplearse como
combustible.
El territorio se muestra más
poblado y transformado
por la agricultura, en
especial las tierras de la
llanura costera con suelos
de mejor calidad.
La transformación
del territorio genera
deforestación y aumento
de la erosión. Los arrastres
van rellenando las
desembocaduras de los ríos.
Se contempla la hipótesis
de que
Malaca
contase con
un acueducto o conducción
de suministro con una
toma de aguas captadas del
Guadalmedina.
La producción alfarera se desarrolla para
la fabricación de vasijas de transporte de
salazones, vino, aceite y otros géneros.
La colmatación del curso bajo del Guadalmedina obligó
a trasladar el área portuaria aguas abajo, a un fondeadero
protegido de los temibles temporales de levante.
Las termas son edificios singulares de la
ciudad romana vinculados con el agua,
levantándose diversos complejos en
época republicana e imperial.
Malaca
acrecienta su carácter urbano.
Tiene un amplio cinturón de murallas,
foro, templos, un teatro, que se
abandona en el siglo III, y quizás un
puente sobre el río.
El puerto es frecuentado por naves que
cargan salazones,
garum
y productos
agrarios, enlazando con otras ciudades
del
Mare Nostrum
y del Océano más
allá de las Columnas de Hércules.
Las factorías de salazón proliferan
por toda Málaga y sus aledaños,
a uno y otro lado del cauce del
río, aumentando su presencia
durante los siglos III y IV.
En el área de la
desembocadura del
Guadalhorce es probable
que se explotaran salinas,
para abastecer con su
producción a la industria
derivada de la pesca.
La explotación agrícola se basa en
las
villae
, grandes propiedades en las
que prospera el cultivo de la tríada
mediterránea: trigo, vid y olivo.
En la etapa romana se traza una densa red viaria: junto
a la costa discurre la vía entre Cádiz y el Levante, de
gran importancia económica, y por los valles de los ríos
Guadalhorce y Campanillas transitan los caminos del interior.
La colonización del territorio se incrementa: el
Ager Malacitanus
, el campo en torno a la ciudad,
limita ya con otros municipios próximos como
Cartima
(Cártama) y
Suel
(Fuengirola).