(por orden de aparición)
Mujeres del Albaicín:
CORO FEMENINO DE LA ASOCIACIÓN CULTURAL “CRUZ DE MAYO ALBAICÍN”
Bordadoras y Conspiradores liberales: ELENCO BAILAORAS Y BAILAORES BFA
Mariana Pineda: PATRICIA GUERRERO
Pedro de Sotomayor, Capitán liberal: EDUARDO LEAL
Pedrosa, alcalde del crimen de Granada: ALFONSO LOSA
Clavela: MARÍA CARRASCO
Doña Angustias, madre adoptiva de Mariana Pineda: SOFÍA SUÁREZ
Fernando, muy joven: HUGO AGUILAR
Amigas de Mariana Pineda:
Lucía - ARACELI MUÑOZ
Amparo - LUCÍA “LA BRONCE”
Aurelia - CLAUDIA “LA DEBLA”
Guardias realistas:
AGUSTÍN BARAJAS , ÁLVARO AGUILERA , ÁNGEL FARIÑA , HUGO AGUILAR , JASIEL NAHIN, PABLO EGEA
Monjas y novicias del beaterio de Santa María Egipciaca:
ARACELI MUÑOZ , BLANCA LORENTE , CLAUDIA “LA DEBLA”, CRISTINA SOLER, LUCÍA “LA BRONCE”,
MARÍA CARRASCO, SOFÍA SUÁREZ
Atardece. Aparecen doscientas mujeres del Albaicín. Hablan entre ellas como si fuera un día de fiesta y nunca se les hubiera muerto nadie, y no hubiera cansancio, ni les dolieran las manos ni las rodillas, y no se les hubiera sentado nunca nadie en el corazón. Y de esas voces alegres, de esas conversaciones espontáneas emerge el romance de Mariana Pineda, que ellas cantan con orgullo antiguo y sereno:
¡Oh, qué día tan triste en Granada
que a las piedras les hizo llorar,
al ver que Marianita se muere
en cadalso por no declarar!
Marianita sentada en su cuarto
no paraba de considerar:
“si Pedrosa me viera bordando
la bandera de la libertad”
Con las últimas notas han aparecido otras mujeres. Comprendemos por el vestido que hemos retrocedido en el tiempo y estamos en la Granada del siglo XIX. En secreto, mujeres y hombres conspiran para derrocar el absolutismo y traer la libertad de vuelta. Susurros esperanzados de “libertad”, “ley” e “igualdad” recorren las calles de la ciudad. Allí está también la joven Mariana Pineda, viuda y con dos hijos, que toma un tafetán morado para bordar una bandera con esas palabras. Todos confían en el capitán Pedro de Sotomayor, uno de los líderes liberales y amante de Mariana, para conseguir el triunfo de la revolución. Pedrosa, el alcalde del crimen de la ciudad, persigue a los conspiradores para ajusticiarlos. Pedro de Sotomayor es detenido por los hombres de Pedrosa y encarcelado.
En la casa de Mariana, Doña Angustias, madre adoptiva de Mariana, y Clavela esperan con angustia el regreso de la joven. Cuando ésta llega, las mujeres le recriminan que se involucre en la insurrección y le ruegan que piense en sus hijos.
Mariana no atiende a razones y solo desea que llegue la noche para tener noticias de la suerte de su enamorado y del curso de los acontecimientos políticos.
¡Con qué trabajo tan grande
deja la luz a Granada!
Se enreda entre los cipreses
o se esconde bajo el agua.
¡Y esta noche que no llega!
¡Noche temida y soñada;
que me hieres ya de lejos
con larguísimas espadas!
Esa misma tarde Mariana recibe en su casa la visita de Lucía y de Amparo, las hijas del Oidor de Chancillería. Con sus carcajadas y bailes alegres, las chiquillas intentan animar a Mariana. Aparece entonces Fernando, hermano de las anteriores, un joven enamoradísimo de Mariana. Aunque intenta conquistarla, el corazón y el pensamiento de Mariana están con el capitán Pedro, que sigue encarcelado. Animada por la devoción incondicional que le profesa el joven, Mariana le pide a Fernando que le ayude a rescatar al capitán. Aun despechado y agraviado, Fernando accede a ayudar a Mariana.
Escena QUINTA: Los guardianes secretos
Gracias a la intervención de Mariana y Fernando, Pedro burla la vigilancia de los guardias absolutistas y logra escapar de la prisión. Mariana desconoce el nuevo escondite de Pedro y los conspiradores. La insurrección liberal, aunque amenazada, prosigue.
Pedrosa, acompañado de sus hombres, busca por las calles a los conspiradores liberales y anarquistas. La pena por el delito de insurrección es la muerte por garrote vil. Pedrosa sospecha que Marina Pineda está detrás de la huida del capitán Pedro de Sotomayor y que además está bordando una bandera liberal.
El hierro conoce el sitio
donde la vena es más ancha,
por donde brota la sangre
más caliente y encarnada
Mariana canta una nana a sus hijos cargada de tristes presentimientos. Sabe que Pedrosa estrecha el cerco y que puede ser detenida en cualquier momento. Angustias y Clavela vuelven a rogarle que abandone sus ideales políticos y que piense en sus hijos y en su propia vida.
Dormir tranquilamente, niños míos,
mientras que yo, perdida y loca, siento
quemarse con su propia lumbre viva
esta rosa de sangre de mi pecho.
Que yo también estoy dormida, niños,
y voy volando por mi propio sueño…
Un grupo de conspiradores liberales se refugia en casa de Mariana. Al poco se les une Pedro de Sotomayor. Los amantes se reencuentran fugazmente porque los guardias realistas irrumpen en la casa y los conspiradores han de huir en el amparo de la noche.
En las calles del Albaicín se libra la gran batalla entre los liberales y los absolutistas. Los guardias realistas ahogan la insurrección en sangre. Pedro de Sotomayor logra huir y deja sola a Mariana en Granada.
Pedrosa descubre la bandera que ha estado bordando Mariana y la detiene en su casa. Le ofrece la libertad si delata a los líderes de la conjura. La joven se niega a dar los nombres. Pedrosa le anuncia que la pena por el delito es la muerte a garrote vil. Mariana se niega de nuevo y es condenada a muerte.
En el beaterio de Santa María Egipciaca, las monjas y beatas acompañan a la joven Mariana en las horas previas a su ejecución. Ella confía en que Pedro de Sotomayor la rescate y evite su muerte en el cadalso. Aparece Fernando y este le ruega que confiese los nombres de los conspiradores a Pedrosa y se salve: por ella misma y por sus hijos. Mariana se niega y le pide que se vaya. La monjas rezan por el alma de Mariana y se despiden de ella.
¡Pero qué bien entiendo lo que dice esta luz!
¡Amor, amor, amor y eternas soledades!
Amas la libertad por encima de todo,
pero yo soy la misma Libertad. Doy mi sangre,
que es tu sangre y la sangre de todas las criaturas.
¡No se podrá comprar el corazón de nadie!
¡Yo soy la Libertad porque el amor lo quiso!
¡Pedro! La Libertad, por la cual me dejaste.
¡Yo soy la Libertad, herida por los hombres!
¡Amor, amor, amor y eternas soledades!
Mariana acepta su destino y se dirige serena al patíbulo. Suenan las campanas de Granada.
A la vera del agua,
sin que nadie la viera,
se murió mi esperanza.
¡Corazón sin esperanza
que se lo trague la tierra!
Mariana, ya en el cadalso, nos mira por última vez. Quizá en el segundo previo a su muerte o quizá ya desde la eternidad. Desde algún lugar, vuelven a sonar las notas del romance que cuenta su historia, ya eterna.
OFICINA DEL PROGRAMA 'LORCA Y GRANADA EN LOS JARDINES DEL GENERALIFE'.
TEATRO ALHAMBRA
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