La intención de este espectáculo es la de mostrar la fuerza de la transmisión de la sangre.

La historia cantaora de mi familia viene de lejos. Arranca en los sones seguiriyeros de Joaquín Laserna, tío de mi abuelo Pepe Torre. Pero mi sangre es también portadora de los genes de mi padre, Manuel Georgio, dotado de una sensibilidad cantaora cuajada de la miel de Italia.

Esta condición de mestizaje de dos culturas cantaoras engrandece el cante de mi linaje; la completa y lo funde en una moneda de dos caras: el duende y el ángel…

Los colores de la voz de mi Gabriel son la mezcla exquisita de las esencias y los matices de mi gente.

Mi nieto Manuel es el mensajero de toda la tradición centenaria de mi familia; un niño que quiso primero ser torero y más tarde guitarrista, pero que no tuvo otro remedio que rendirse a la fuerza del cante que le sacudía desde las entrañas, para ganar irremediablemente la batalla de sus pasiones.

Para mí y mi descendencia y, de seguro también para mis antepasados, es un orgullo poder mostrar que la transmisión del cante sigue estando principalmente en el linaje. Por ello, este espectáculo está dedicado a mis padres, Manuel y Tomasa.