Creación y dirección: Lluís Pasqual La Kompanyia Lliure.

Con la colaboración de Institut Ramon Llull. Lengua y cultura catalanas.

IN MEMORIAM. LA QUINTA DEL BIBERÓN, ESCRITO Y DIRIGIDO POR LLUÍS PASQUAL, ES UN ACERCAMIENTO PODEROSÍSIMO, LÚCIDO Y CONMOVEDOR A UNO DE LOS EPISODIOS MÁS TERRIBLES DE NUESTRA GUERRA. MARCOS ORDÓÑEZ (EL PAÍS. BABELIA).

TRAS MADRID (TEATRO MARÍA GUERRERO), SÓLO SEVILLA PODRÁ DISFRUTAR DE UN ESPECTÁCULO SOBRECOGEDOR.

Actores y músicos son los intérpretes de esta pieza creada por el propio director para La Kompanyia, el proyecto joven del Teatre Lliure; compuesto por actores de entre 20 y 30 años elegidos en marzo del 2015. Con este montaje se estrenaron.

La quinta del biberón es el subtítulo de esta pieza, estrenada en octubre 2016 y que llega ahora a nuestra programación. No se trata de una generación de futbolistas, sino de aquellos jóvenes nacidos en 1920 y 1921 que fueron reclutados por el Gobierno de la república en la primavera de 1938, cuando la situación del bando republicano en la guerra civil era desesperada. Treinta mil jóvenes, que bien pudieran estar «tomando el biberón» -según expresión atribuida a la ministra anarquista de la época Federica Montseny- formaron parte de aquel contingente.

Marcos Ordoñez describe así la obra: Quintados ilegalmente, antes del reemplazo, como todos sus compañeros. Muchachos “que no sabían nada del mundo, porque tener 17 años entonces era como tener 12 hoy”. Sentimos su entusiasmo inicial (“¡vamos a luchar por la República!”) o su rotundo rechazo a la guerra. Vemos su transformación física y psíquica, su anhelo de salir adelante, su desesperación creciente. Conocemos la vida cotidiana en el frente, el calor salvaje, el hambre y la sed. Las marchas agotadoras, la ferocidad de los comisarios políticos, los fusilamientos por nada, las bombas que estallan en las manos, las interminables horas de espera. El enemigo está apenas 200 metros más allá. Vemos el intercambio de tabaco y librillos de papel de fumar, la breve fraternidad en la debacle que narraron Berlanga y Azcona en La vaquilla. Y luego la vuelta a la matanza, a las carreras de piojos, a las cartas que hablan de un mundo anterior y lejanísimo. Y la certeza del fin.

La obra se divide en tres partes. La primera muestra su visión de la guerra cuando se presentan, respondiendo al requerimiento oficial, el 27 de abril de 1938. La segunda muestra la convivencia entre ellos antes de cruzar el Ebro y después, cuando lo logran y deben atrincherarse para luchar. La parte final se sitúa el 12 de noviembre, cuando quienes sobrevivieron inician la retirada.

La mayoría de diálogos de los soldados están acompañados por música de Claudio Monteverdi y también por las voces, entre otros, de Francisco Franco y de Juan Negrín, para ilustrar la situación del momento que narra la trama. Momentos que además se ilustran con imágenes reales de la guerra, de cómo transportaban apiñados a los soldados así como de las trincheras, que se reproducen en una pantalla en la parte posterior del escenario, y que tanto al inicio como al final de la obra recoge nombres de los “desaparecidos en combate”.

Sin maniqueísmos, con emoción creciente, In memoriam es uno de los espectáculos más bellos y necesarios de los producidos en la pasada temporada, que nos devuelve, entre la crónica de guerra y el homenaje, las voces de una generación masacrada por ambos bandos.