El exceso de conectividad laboral y el estrés asociado es uno de los factores que más contribuye a las patologías del sueño [LARPSICO]

Andalucía, 09/09/2025
Un empleado aparece dormido apoyado sobre una mesa con su jefe detrás con gesto de enfado

Este verano ha sido especialmente cálido, con olas de calor prolongadas que, entre otros efectos nocivos, se ha proyectado en una mala calidad del sueño. Es un dato de evidencia que las altas temperaturas nocturnas son una causa muy significativa de insomnio y, por tanto, comportan alteraciones significativas de los ciclos circadianos, perjudicando el descanso y elevando el cansancio y los estados de apatía e irritabilidad.

Se pierde concentración y afecta al sistema inmunológico, la salud cardiosvascular y la salud neurológica o mental (ansiedad, estrés, depresión, demencia -ej. la proteina del parkinson está en los cerebros de las pesonas con trastornos del sueño REM). Ha entrado septiembre, las vacaciones finalizan para la gran mayoría y bajan las temperaturas, al menos las mínimas, las nocturnas ¿mejora notablemente la expectativas de calidad de sueño y, por tanto, de bienestar y salud?

La evidencia científica no permite dar una respuesta muy positiva. España es, junto con Italia, el país donde se duermen menos horas de toda Europa (estudio de la Sociedad española de médicos Generales y de Familia -SEMGF-). Menos de la mitad de la población duerme las horas que desde la medicina se entiende como saludable y más de 4 millones padecen trastornos graves del sueño. Existe incluso un sesgo de género (más que de sexo), pues casi 7 de cada 10 mujeres duermen, entre semana, menos de 7 horas, según diversos estudios, como el de la Sociedad Española de Neurología (SEN) (pdf).

La situación va a peor, por la conectividad continua o permanente a través de los dispositivos móviles. Consecuentemente, bien puede decirse que España es una de esas sociedades denominadas "cronosdisruptora", en la que el exceso de luz por la noche, las jornadas y turnos (nocturnos) laborales, el sedentarismo, el uso de las TIC antes de dormir, en conjunción de usos del ocio no adecuados para la higiene del suñeo fomentan una alteración mantenida o crónica en el tiempo de los ritmos biológicos del sueño (ritmos circadianos).

En el plano de los factores sociolaborales, los llamados horarios de trabajo antisociales, los principales precursores de estos trastornos del sueño se asocian clásicamente a los modelos de horarios de trabajo a turnos, especialmente cuando incluyen el turno nocturno. La evidencia científica al respecto está corroborada en un estudio relativamente reciente 'Diseñar el trabajo para un sueño saludable: un enfoque de transición latente y multidimensional para la salud del sueño de los empleados', (2024) que reafirma cómo los horarios de trabajo no estándar o no sociales (el trabajo a turnos, especialmente el de noche) junto a las tipologías o modalidades de trabajos sedentarios, serian dos de las amenazas más importantes para la salud del sueño. Así, estas situaciones de correlacionarían con un plus de riesgo de trastorno del sueño un 66% mayor que el resto (psicóloga Claire Smith, investigadora de la Universidad del Sur de Florida y autora principal del estudio).

Las razones son obvias. Los turnos nocturnos y rotatorios constituyen, en sí mismos, obstáculos significativos para la conciliación de la vida laboral y familiar, un claro factor de estrés laboral (en especial por razón de género, por la mayor presencia de la mujer en el trabajo de cuidar), así como para la calidad del sueño (incluso si se duermen más de 7 horas de día, no es lo mismo que hacerlo de noche, cuando toca biológicamente), pues provoca alteraciones de los ya referidos ritmos circadianos.

Precisamente, esta potencialidad dañosa se refleja en la normativa laboral española desde hace décadas, como ilustra que se preconice un enfoque de gestión ergonómica a la persona ex art. 36.5 ET (lo que exigiría, en puridad, turnos adaptados a los ritmos biológicos o circadianos, no a los productivos, aunque se sabe que sucede al revés). Sin embargo, la experiencia muestra déficits preventivos en la materia (la mayoría de las veces esta modalidad de trabajo se atiende a través de lógicas monetarias, mediante complementos o plus de turnicidad-nocturnidad).

Es evidente que la brecha, déficit o "deuda de sueño" que generan estos modelos de organización del trabajo es de difícil recuperación (entendida esta lógica de recuperación como la previsión de siestas frecuentes o garantías reales de más y mejores horas de sueño los fines de semana), máxime teniendo en cuenta que no es recuperable plenamente el sueño perdido.

Las empresas y convenios tienen aquí una deuda pendiente, a fin de facilitar tiempos de acceso, si no se puede reducir el turno nocturno, o mantener la debida rotación, para que el problema del déficit de calidad-cantidad de sueño no se cronifique, a salas de "microdescansos" y "microsiestas" durante los turnos largos. Medidas de acción preventiva a las que habría que sumar medidas de promoción de la cultura de la higiene del sueño y salud circadiana en las personas trabajadoras.

Pero no solo la organización del tiempo de trabajo, también el modo en que se desarrolla puede contribuir a una mala salud del sueño, con sus derivas, si se hace crónico, de patologías de diferente índole, también neurológicas o mentales. Sería el caso del "trabajo sedentario" (y monótono, como dice el art. 36.5 ET).

En efecto, se estiman síntomas de insomnio en el 37% de trabajadores sedentarios. La explicación se hallaría en el contraste entre la condición natural o biológica de las personas y la condición cultural laboral obrera (industrial, incluso posindustrial): la evolución humana se habría asentado en torno a la realización de un ejercicio físico moderado continuo para proveer alimento, de día, por lo que la noche quedaba sólo para el reposo en lugar cerrado.

En cambio, el trabajo moderno alienta trabajos sedentarios, cerrados y sin demasiada luz natural, sólo artificial, lo que quiebra de raíz el patrón biológico (Dr. Manuel de Entrambasaguas, neurofisiólogo del Hospital Clínico de Valencia). Se alude, así, a una cierta sociedad del cansancio malo (negativo) frente a la sociedad del cansancio "bueno" (positivo), esto es, esta dualidad (que recuerda la distinción entre estrés bueno y malo, colesterol bueno y colesterol malo, etc.) deriva de un cansancio artificial frente al que resultaría natural y exigiría reposo y reconstitución mediante el sueño. 

Finalmente, en ese nuevo estudio científico, que aporta más evidencias de reafirmación de lo conocido que novedades, se pone el foco en el efecto negativo del estrés asociado a las condiciones de trabajo de nuestro tiempo en la pérdida de higiene del sueño. Hay que insistir en la intensa evidencia al respecto (se conoce más el diagnóstico, los factores de riesgo que las soluciones prácticas), pues otro estudio más reciente (titulado 'Formulaciones alternativas de la tensión laboral y los trastornos del sueño: un estudio longitudinal en Estados Unidos', publicado en enero de 2025), el estrés laboral se relaciona a medio y largo plazo con un aumento notable de los trastornos del sueño. Confirmando las conclusiones de un estudio 2 años antes ("El trabajo duro dificulta el sueño: las características laborales se vinculan con fenotipos multidimensionales de salud del sueño". 2023) también asoció el trabajo de alta tensión con personas empleadas que presentaron un sueño defectuoso o patológico a largo plazo (corto, insatisfactorio, ineficiente e irregular).

En suma, la evidencia científica, desde hace décadas y la más actual, en buena medida reflejada en la regulación estatutaria laboral española, no deja ni el más mínimo espacio a la duda sobre la intensa correlación entre la organización del trabajo (horarios, ritmos, condiciones de prestación) y la higiene del sueño. La experiencia acredita que, junto con los factores sociales, horarios del ocio, buena parte de la población trabajadora duerme poco y mal.

Pero esta mala salud del sueño incide, a su vez, en el incremento de las probabilidades -riesgos- de sufrir siniestros (accidentes) laborales, comorbilidad (común y laboral, con patologías físicas y mentales), así como con el mayor índice de absentismo (o, al contrario, de presentismo) laboral, reduciendo la productividad, al tiempo que deteriora el clima laboral. La pregunta clave, entonces, es: ¿si la evidencia científica es tan nítida sobre las virtudes para las personas y empresas de una buena política sociolaboral de higiene del sueño por qué la práctica empresarial y convencional es tan limitada en su diseño e implantación más allá de la lógica económica del plus?

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