Noticia publicada el 13/12/22

Programa de mano Encuentro Invierno JCA OJA 2022-2023

PROGRAMA DE CONCIERTO

 

Director: Marco Antonio García de Paz

Soprano solista: Paloma Friedhoff

Barítono solista: Víctor Cruz

Joven Coro de Andalucía y Orquesta Joven de Andalucía

 

Johannes Brahms (1833-1897) - Ein Deutsches Requiem, Op. 45 (Arr. J. Lincklemann) (70´)

 

I. Selig sind, die da Leid tragen

(Bienaventurados los que padecen)

 

II. Denn alles Fleisch es ist wie Gras

(Porque toda carne es como hierba)

 

III. Herr, lehre doch mich – Barítono solista

(Revélame, Señor, el final de mi existencia)

 

IV. Wie lieblich sind deine Wohnungen

(Qué dulces son tus moradas)

 

V. Ihr habt nun Trauigkeit – Soprano solista

(Estáis afligidos)

 

VI. Denn wir haben hie keine bleibende Statt – Barítono solista

(Aquí no tenemos una morada permanente)

 

VII. Selig sind die Toten, die in dem Herrn sterben

(Bienaventurados los que mueren en el Señor)

  

NOTAS AL PROGRAMA 

 

UN RÉQUIEM HUMANO

 

Un réquiem alemán, Op. 45

Johannes Brahms. (Arr. J. Linckelmann)

 

En el verano de 1853, un jovencísimo Johannes Brahms recorrió la ribera del Rin a pie desde Mainz hasta Düsseldorf para entregarle una carta de recomendación que había escrito el propio Joseph Joachim a Robert Schumann invitándole a escuchar a la nueva promesa del piano centroeuropeo. El encuentro sería el inicio de una breve pero intensísima relación: Brahms se instaló en casa de los Schumann para estudiar composición con el incomprendido autor sajón a cambio de ayudar en algunas labores domésticas, como el cuidado de los niños, convirtiéndose, casi sin saberlo, en un gran apoyo para Robert y Clara, tanto a nivel artístico como personal.

 

Pocos meses después, el 27 de febrero de 1854, Schumann trató de quitarse la vida precipitándose al Rin. Aunque consiguieron rescatarlo a tiempo, tuvo que ser ingresado en el sanatorio de Endenich hasta su muerte, el 29 de julio de 1856. Durante esos dos años, Brahms fue el fiel mensajero que visitaba a Robert en nombre de Clara, quien tenía prohibido cuidar de su esposo.

 

Tras la muerte de Schumann, Brahms quedó muy afectado y sintió la urgente necesidad de dar voz a los sentimientos encontrados que le atormentaban. Por una parte, el duelo por su maestro y por otra, el amor que sentía por Clara. Fue ordenando los papeles de su tutor que Brahms encontró unos apuntes en los que Schumann había escrito la idea “un réquiem humano”. Esto le inspiró a planear una obra que huía de la tradicional misa en latín para los muertos. Por el contrario, Brahms comenzó a idear un réquiem basándose en textos de la biblia traducida por Lutero al alemán. Fusionando versículos del Antiguo y el Nuevo Testamento, comenzó a buscar “una reflexión protestante sobre la muerte, una afirmación de la fe y el coraje personal de la redención de los vivos”, tal y como describe el director Lionel Salter.

 

Sin embargo, meses después, Brahms dejó de lado los primeros bocetos, inmerso en otros proyectos profesionales y en un esfuerzo infructuoso por superar sus sentimientos hacia Clara, y no sería hasta 1866, tras la muerte de su madre, que retomaría el proyecto de escribir Un réquiem alemán en el que, lejos de buscar una explicación o un consuelo a la trascendencia humana, muestra la muerte como una experiencia de vida, compartida en esencia de una forma universal a través de la redención que, en este caso, toma forma a través de la expresión artística.

 

Escrito en siete movimientos, este réquiem se aleja de la forma tradicional que acompaña a las partes de la misa, optando por una suerte de cantata con reminiscencias de oratorio, basado en quince textos bíblicos en lengua vernácula.

 

Con el beneplácito de Clara Schumann sobre la partitura y tras un estreno parcial en un concierto privado en memoria de Schubert el 1 de diciembre de 1867 en Viena, el estreno de Un réquiem alemán tuvo lugar en la catedral de Bremen el Viernes Santo de 1868, con el propio Brahms como director de la que se convertiría en su obra de mayor envergadura. A pesar del rotundo éxito, que obligó a programar una nueva actuación días después, Brahms decidió que era necesaria una revisión, de la que nacería el quinto movimiento con una soprano como solista.

 

El hecho de que Brahms utilice para esta nueva parte el texto central de Isaías “como a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros”, hace a los expertos relacionar la figura de la soprano solista con la madre del autor, así como la del barítono solista con el propio Schumann, al que dedica el versículo de los Corintios “Mirad, un secreto os revelo: ciertamente no todos moriremos, pero todos seremos transformados, en un instante, en un abrir y cerrar de ojos”.

 

Esta versión, para orquesta sinfónica, un coro de doscientos cantores y soprano y barítono solistas, se estrenó el 18 de febrero de 1869 en la Gewandhaus de Leipzig, suponiendo el gran triunfo de Brahms y un punto de inflexión en su carrera como compositor. Aunque recibió también algunas críticas negativas, como del propio Tchaikovsky, quien tachaba la obra de “fría, oscura y sin profundidad”, lo cierto es que el imaginario de Brahms está lleno de vida y movimiento en este réquiem. Las palabras “muerte” y “muerto” no aparecen hasta el sexto movimiento y las utiliza en un verso esperanzador y vitalista “los muertos resucitarán y la muerte será tragada en la victoria”. El tempo, la forma y la textura de cada movimiento forman parte del corolario del autor quien, a lo largo del réquiem, contrasta la fugacidad de la existencia humana con la eternidad de Dios y promueve en el oyente una nueva visión optimista y compasiva del ser humano, desde un punto de vista más filosófico que espiritual.

 

Actualmente, Un réquiem alemán de Brahms es considerado una de las grandes composiciones del repertorio sinfónico coral. Sin embargo, su representación es compleja, ya que es difícil encontrar el equilibrio entre la masa orquestal y las voces, necesitando siempre de un coro de grandes dimensiones que pueda enfrentarse a la densidad instrumental de la obra. Quizá éste fuera uno de los motivos por el que el propio Brahms realizó una transcripción para piano a cuatro manos el mismo año de su estreno. En 1956, James Vail realizaría un arreglo para órgano con la incorporación de algunos instrumentos de viento, reducidos de la partitura original, con idea de adaptarlo a las necesidades de un pequeño coro.

 

Además de estos, se han hecho otros intentos de reducciones. La que en esta ocasión nos ocupa es, posiblemente, la transcripción más reciente que se ha hecho de Un réquiem alemán de Brahms: escrita por el flautista alemán Joachim Linckelmann en 2010, el arreglo cuenta con una orquesta de cámara minuciosamente especificada para quinteto de viento, una veintena de instrumentistas de cuerda y los papeles originales de timbales y arpa, junto con la parte original para un coro de entre 30 y 50 miembros, además de la soprano y el barítono solistas.

 

El reto principal de esta versión es tratar de conservar la densidad y la riqueza de texturas de la obra original de Brahms, objetivo que Linckelmann logra desde una perspectiva camerística llena de tímbricas y articulaciones puramente brahmsianas, que nos ofrece la oportunidad de experimentar de un modo íntimo y directo todas las emociones de este “réquiem humano” que, en definitiva, es una expresión de gratitud a las personas que hicieron que el joven Johannes trascendiera como el extraordinario Brahms y un canto melancólico del incipiente Brahms para que el Johannes más puro y honesto alimentase de esperanza su espíritu.

 

Beatriz González Calderón