Estudio y control del deterioro del arbolado por insectos xilófagos

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Los daños producidos por los cerambícidos xilófagos sobre el arbolado son atribuibles fundamentalmente a la pérdida de resistencia estructural que sus galerías larvarias provocan en los troncos y ramas principales que, asociada con vendavales o nieves, facilitan su ruptura. Las principales especies implicadas son: Cerambyx cerdo, C. welensii y Prinobius germari. El desconocimiento general que se tenía sobre este grupo de insectos, la facilidad de observación de los orificios de salida y la permanencia en el tiempo de los mismos los ha situado como unos de los agentes más vinculados a la Seca de los Quercus.

La presencia de estos insectos en el monte cumple una función importante de retirada de los ejemplares senescentes en favor de aquellos más jóvenes. El estado de envejecimiento generalizado en el que se encuentra la mayoría de los montes de encina y alcornoque junto a la realización de prácticas selvícolas poco cuidadosas, incluyendo podas, gradeos y descorches que han debilitado al arbolado, han fijado unas condiciones ideales en las que estos insectos puedan desarrollarse.

Las afecciones que sufre el arbolado por xilófagos suponen un amplio espectro de situaciones en cuanto al estado fitosanitario y a la apariencia que presentan los propios árboles. Por lo general, una vez conocido el estatus real de la población de los insectos de una determinada finca, se comprueba que dicho nivel de población no se corresponde fielmente con la percepción que tienen los gestores o propietarios de dichas fincas. Es frecuente que tienda a simplificarse el diagnóstico basándolo en los síntomas que son apreciables más fácilmente (daños al arbolado).

Otra faceta controvertida es la posible presencia de la especie protegida por la legislación europea y española (Cerambyx cerdo). Esta protección implica que, ante una intensidad de daños que exija un control, únicamente se podrán realizar tratamientos que no le afecten.

El conocimiento previo existente sobre estos insectos antes de su asociación con la Seca de los Quercus era muy deficiente. Únicamente a partir de su consideración como agente implicado se iniciaron estudios en profundidad sobre su biología y comportamiento.

En general estos cerambícidos xilófagos son insectos de gran tamaño, con adultos de hasta 60mm de longitud y larvas cilíndricas que pueden alcanzar los 70mm. Los adultos emergen en primavera, observándose hasta mediados de septiembre, mostrando un marcado comportamiento crepuscular y nocturno. Las larvas se alimentan de la madera, realizando galerías durante 2 – 4 años hasta el momento de la salida.

Aunque pueden desarrollarse sobre una amplia variedad de huéspedes (Fraxinus, Morus, Olea, Populus, Platanus, Salix, Ceratonia, Pyrus, etc.) los daños de mayor repercusión los realizan sobre Quercus. No muestran diferencias de atracción entre encina y alcornoque, siendo el principal factor discriminatorio el estado vegetativo del mismo.

En cuanto a la morfología del árbol – tipo afectado, prescinden de las clases diamétricas inferiores a 25 cm, prefiriendo alturas de copa superiores a los 8 m, es decir, arbolado claramente adulto.

En cuanto a los daños del arbolado y los indicios de la presencia de cerambícidos xilófagos (orificios de salida), los estudios han mostrado como las parcelas con presencia media y baja presentaron mayoritariamente árboles con alta vitalidad; en cambio, en las parcelas con mayor número de orificios observados, la vitalidad de los árboles fue menor. Las características fitosanitarias del arbolado parecen haberse correspondido a grandes rasgos con el tamaño aparente que han mostrado las poblaciones a nivel de los tres grandes grupos de daño considerados (bajo, medio, alto). De todo ello, se puede inferir una relación importante entre la actividad de los cerambícidos y el estado vegetativo del arbolado, pudiendo emplearse con carácter general, como indicadores del mismo.

La protección de la que goza C. cerdo impide la aplicación de medidas de control que no lo excluyan. Por ello, la determinación de la distribución de este insecto en nuestro territorio, su posible preferencia por encina o alcornoque o las relaciones de competencia/exclusión que pudiera tener con el resto de insectos xilófagos son de vital importancia para poder conocer las zonas o condiciones en la que no se localice.

Se han llevado a cabo numerosos trabajos de campo en toda Andalucía en los que se ha tratado de estimar la población de estos insectos, diferenciando las especies capturadas a fin de poder obtener un mapa de distribución.

Se ha confirmado el error de considerar el número de orificios de los árboles como indicador de la población existente en el monte. Esto es debido, fundamentalmente, a la permanencia en el tiempo de dichos orificios, aún cuando la población haya podido disminuir. El número de capturas ha sido, con carácter general, muy inferior al que se podría esperar según el estado del arbolado y el número de orificios de salida.

De especial interés resulta la información recopilada sobre C. cerdo máxime considerando la protección legal que ostenta la especie. Se ha demostrado su amplia distribución por toda la geografía andaluza, sin poder determinar ningún parámetro, ni de vegetación ni de relación con el resto de xilófagos, que permita excluirlo a priori.

Los datos obtenidos en esta prospección extienden su presencia a la provincia de Jaén, en donde no existían citas históricas de la especie. Puede intuirse que se trata de una especie que tiende a aparecer de forma más consistente en áreas de una cierta altitud (sierra de Huelva, por ejemplo) y/o de clima ligeramente menos cálido que el de las localidades más basales.

De igual manera se ha comprobado que su abundancia es muy inferior al resto de las especies capturadas (en torno al 1% de representatividad), que contradice la creencia popular de que es el principal responsable de los daños. El bajo índice de capturas de esta especie no permite concluir que su población se encuentre en proceso de declive frente a C. welensii.

En lo referente a C. welensii, puede considerarse el rango geográfico encontrado dentro de lo esperable para esta especie. Parece tratarse de un taxón más adaptado a los ambientes mediterráneos y, en consecuencia, con una distribución más amplia. Se han detectado localidades en donde es evidente que sus niveles son muy altos y coinciden claramente con un carácter de plaga y otras en las que la población parece presentarse a unos niveles más discretos y más coincidentes con lo que sería esperable de una situación ambiental menos alterada.

Por lo que respecta a P. germari cabe resaltar lo llamativo de su detección en localidades (Cádiz) en las que, con los datos actuales, aparece como especie única. Esto matiza considerablemente la percepción más general que se tiene sobre ella, en el sentido de considerarla como un elemento que aparece en aquellas situaciones en las que el arbolado está muy afectado y casi siempre después de la colonización e infección por parte de otras especies de etapas anteriores como C. welensii. La falta de detección de algunas de las especies citadas en la bibliografía para el territorio andaluz (en concreto C. scopolli y C. miles) puede deberse tal vez a un rango muy restringido de distribución o a la existencia de poblaciones no muy abundantes.

Simultáneamente a los estudios anteriores se establecieron líneas de trabajo a fin de establecer algún método de control de población para este grupo de insectos y, que además, fuera respetuoso con el C. cerdo.

Tradicionalmente se han recomendado medidas para el control de estos insectos tales como: favorecer el equilibrio biológico del ecosistema, quema de madera con galerías, rejuvenecimiento de las masas, apeo y quema de los árboles muertos y evitar la poda de grandes ramas.

La repercusión que tiene en el comportamiento de estos insectos tanto la comunicación química entre individuos de la misma especie como aquella realizada con el huésped, supone una importante oportunidad de control.

Los insectos cerambícidos realizan la selección del huésped a través de los volátiles que emiten las plantas y puede ser motivada por distintas circunstancias, como la búsqueda un sustrato adecuado para puesta y el desarrollo de nuevas generaciones y la detección de recursos alimenticios para los propios adultos. Por otro lado, no suelen emplear una feromona sexual de largo alcance, aunque la existencia de feromona de corto alcance y de contacto está ampliamente constatada.