Contaminantes orgánicos persistentes (COP)
El DDT tiene propiedades insecticidas en concentraciones muy bajas y durante periodos largos de tiempo, empleadas para controlar el tifus, el paludismo y otras enfermedades transmitidas por insectos.
El efecto mejor conocido del DDT es la disrupción de la transmisión de impulsos nervios. Se han observado sus efectos en humanos y animales y pueden variar de ligeras perturbaciones a convulsiones. Además de ser neurotóxico, el DDT puede inducir alteraciones importantes en la reproducción y desarrollo de organismos, y se ha clasificado como posible carcinógeno.
En 1969 Suecia y en 1972 EEUU y una mayoría de países prohíben la producción y el uso de DDT exceptuando los usos relacionados con la salud publica. Las concentraciones ambientales y las cantidades observadas en organismos, en general, han disminuido desde entonces pero siguen encontrándose trazas de DDT y sus metabolitos en personas, organismos y en muchos productos de consumo en todo el mundo.