Educación Ambiental e
Interpretación del Patrimonio
Francisco J. Guerra Rosado
(SEEDA - Servicios de Educación y Estudios Ambientales, S.L.)
Durante muchos años la interpretación
estuvo directamente conectada a la EA y,
es probable, que los deseos de separar-
las tenga un cierto carácter reivindicativo
por parte de algunos profesionales de la
interpretación que ven cómo, a menudo,
se maneja el concepto con excesiva “ale-
gría”, sin que en realidad se conozcan
sus métodos y especificidades. También
es cierto que –a menudo– desde la EA,
una disciplina en muchas ocasiones tan
aparentemente informal como la interpreta-
ción, no se la reconozca como un proceso
educativo.
A mi modesto entender la realidad es que,
cada vez que un monitor o monitora (de EA)
o un guía intérprete consigue que el públi-
co disfrute de un atardecer o descubra los
misterios que rodean cualquier aspecto de
la vida, muy probablemente estará contri-
buyendo a su educación y, por ende, a la
creación de vínculos afectivos hacia aque-
llo que es interpretado.
En todo caso, y para reforzar este vínculo,
en el Libro Blanco de la Educación Am-
biental en España (1999) se hace mención
a la interpretación ambiental, refiriéndose a
ella como
una herramienta que se muestra
muy efectiva para la comunicación in situ
de significados e interrelaciones a visitantes
de espacios con un determinado valor am-
biental o patrimonial y cuyo especial interés
radica en que permite captar públicos de
los que no se espera un alto nivel de aten-
ción y que se encuentran en un contexto
recreativo, es decir, que en circunstancias
normales no aceptarían propuestas de infor-
mación-educación
.
La interpretación también ha estado pre-
sente en las distintas jornadas que se han
celebrado en España sobre EA, existiendo
incluso en las Terceras Jornadas (Pamplo-
na, 1999) un grupo de trabajo dedicado
específicamente a esta disciplina. También
ha sido objeto de números monográficos
de algunas revistas españolas dedicadas
a la EA, como Ciclos. Así que el vínculo es
pública y oficialmente aceptado.
Quizá, como en casi todas las cosas, un
conocimiento más profundo de ambas dis-
ciplinas puede permitirnos identificar mejor
qué les une y qué les separa.
La interpretación
del patrimonio natural
La interpretación constituye una herramien-
ta de comunicación (y, aunque a menudo
se olvida, también de gestión) cuyo objeti-
vo principal es presentar al público general
los valores de un lugar en concreto con el
fin de incidir en la conservación de dichos
valores (independientemente de la forma
patrimonial de la que se trate), lo que la re-
laciona directamente con la EA, al menos
en lo que se refiere al tratamiento de as-
pectos relacionados con la naturaleza.
Existe además otro asunto sobre el que
merece la pena reflexionar: aunque para
muchas personas el concepto de medio
ambiente sigue todavía estando vinculado
exclusivamente a “lo natural”, lo cierto es
que dicho concepto es mucho más holísti-
co y engloba también los valores sociales
y culturales, por lo que, sin demasiados es-
fuerzos, podríamos equipararlo al concepto
de patrimonio. En el contexto español, está
asumida la definición realizada en 1995
por la Asociación para la Interpretación del
Patrimonio (AIP) según la cual la interpreta-
ción puede definirse como
la revelación in
situ del significado del legado natural, cultu-
ral o histórico, al público general que visita
ciertos lugares en su tiempo libr
e.
Desgraciadamente, el mayor conocimien-
to de la IP se debe a los denominados
“centros de interpretación”. Estos equi-
pamientos poseen sin duda una utilidad
didáctica para la enseñanza formal y una
utilidad interpretativa (recreativa e ins-
piradora) para el público general. Son
adecuados para concentrar al público,
servir de transición psicológica entre su
De un tiempo a esta parte ha surgido, entre los profesionales de la educación
ambiental (EA), un debate sobre si la interpretación del patrimonio (IP) forma
parte o no de esta disciplina. La realidad es que, desde 1986, la interpretación
es conocida oficialmente como interpretación “del patrimonio” (tal y como la
denominó su “padre” Freeman Tilden, en 1957). Curiosamente, la mayoría de
quienes empezamos a trabajar en ella la conocimos –allá por los años ochenta–
como “interpretación ambiental”, dada su profunda relación con los espacios
naturales protegidos (su nacimiento está vinculado a las actividades de uso
público en los Parques Nacionales estadounidenses) y, por extensión, con la
conservación de la naturaleza.
punto de vista
8
septiembre 2013