Medina Azahara, un paraíso que duró 70 años

Las ruinas de la antigua ciudad permanecen en Córdoba donde el año pasado fueron declaradas patrimonio de la humanidad

14-03-2019

La ciudad califal de Medina Azahara es un conjunto arqueológico medieval a ocho kilómetros de Córdoba que permite revivir el esplendor y poderío de aquella época. Arcos visigodos, piedra labrada, jardines fastuosos y piedras preciosas impresionaban a las delegaciones que visitaban al califa. En 2018 el conjunto fue declarado por la Unesco patrimonio de la humanidad.

El autoproclamado califa Abd-al Rahman III, en el año 929 d.C., mandó construir, ocho años después del inicio de su reinado, la fastuosa ciudad de Medina Azahara para mostrar al mundo su poder y su influencia. Quería así enviar una imagen renovada del recién creado califato independiente de Occidente.

Imagen de poder
Este califato era muy fuerte, y uno de los mayores reinos medievales de Europa. Todo el que llegaba a la Medina construida por el califa, debía atravesar, por un camino que se iba elevando, campos y campos de olivos y almendros que, poco a poco, se alzaban hasta ofrecer una vista de la vecina Córdoba donde vivía el pueblo. Así el califa manifestaba su poder sobre lo que le rodeaba, y podía impresionar a los visitantes.

De hecho, cuando los visitantes llegaban debían quedarse con la boca abierta. Arcos visigodos, decoraciones bizantinas, mármoles violáceos y rojos, piedras preciosas, incrustaciones en oro, piedra labrada artesanalmente por los mejores canteros… Todo para crear el efecto deseado: la casa es grande y el califa no escatima para mostrar su poder.

Salones fastuosos, terrazas y jardines
En el mismo recinto se aglutinaba la parte residencial y administrativa del califato. La ciudad se distribuía en tres terrazas rodeadas por una muralla, aprovechando la orografía del terreno. El Alcázar real estaba en la parte superior y la intermedia. La zona más baja estaba reservada para viviendas y también se puede ver las estancias de los soldados, los pasillos y las escaleras por donde hacían las rondas. La mezquita, por su parte, estaba edificada extramuros, y fue levantada en menos de un mes.

El Alcázar real tenía una zona privada y otra destinada a las visitas con la decoración más fastuosa. El salón Alto contaba con cinco naves con arcadas, y el salón Rico, de tres naves, se llamó así por los preciosos mármoles rojos y azulados, y la decoración de preciosos motivos vegetales labrados en la piedra. Este salón estaba abierto al jardín Alto, con cuatro zonas diferentes con sus albercas y caminos que se cruzaban entre ellos.

Uno de los puntos más impresionantes del conjunto es el gran pórtico de varios arcos en la parte oriental, por donde entraban las delegaciones y embajadas que llegaban de visita, y donde les daban la primera bienvenida. Delante de ese pórtico se abría una gran explanada donde se concentraban las tropas y el califa les despedía augurándoles victorias.

De ciudad ideal a ruinas
Se cree que en Medina Azahara vivía la élite de la ciudad de Córdoba, por aquel entonces una de las ciudades más importantes del mundo conocido en la edad media. Por allí pasaban hombres cultos que estaban en ruta o que eran contratados por el califa, como matemáticos, astrónomos o filósofos. El califa se rodeó de una aristocracia palatina que le acompañaba. Los restos arqueológicos encontrados evidencian que tenían una vida refinada y cómoda.
Los historiadores calculan que unas 10.000 personas habían trabajado diariamente en la construcción de la ciudad. La tradición popular afirma que el califa mandó construir la ciudad como homenaje a su favorita, Azahara. Las diversas guerras que azotaron Al Ándalus el siglo XI lo transformaron en ruinas, que sirvieron posteriormente como cantera extraoficial para muchos edificios de Córdoba. El sueño de crear una ciudad ideal duró solo 70 años.

Autobús lanzadera
En las afueras del yacimiento arqueológico se levanta el museo que explica la historia del conjunto y muestra las piezas más destacadas encontradas allí. Un audiovisual permite la inmersión en aquella parte de la historia de Al Ándalus.
Los que acuden en coche deben aparcar obligatoriamente en el parking del museo. Desde allí un autobús lanzadera conecta constantemente, en unos minutos, con el yacimiento. Desde la ciudad de Córdoba otro autobús lleva directamente al museo, en varios trayectos al día.

Fuente: La Vanguardia